Incompatibilidad ambiental en el Parque Nacional Enriquillo

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El autor reside en Nueva York

Hace pocos meses, el gobierno dominicano celebró con entusiasmo el anuncio del desarrollo turístico en Pedernales, liderado por el Grupo Punta Cana bajo el Consorcio Cabo Rojo. Sin embargo, recientemente se conoció una negociación con Sudáfrica para la explotación de tierras raras en la misma zona. Dos visiones opuestas que ponen en jaque la sostenibilidad y la reputación ambiental de nuestro país.

El Parque Nacional Enriquillo, en el suroeste dominicano, es un patrimonio natural único, hogar de especies endémicas como la iguana rinoceronte, así como del Lago Enriquillo, el más grande y salado del Caribe. Este ecosistema alberga cocodrilos americanos, flamencos, tortugas y aves migratorias, convirtiéndose en un santuario para la biodiversidad caribeña.

Este parque no solo tiene valor ecológico; también es clave en la regulación climática y la protección hídrica. La región es conocida por sus bosques secos y lagunas, hábitats frágiles que tardarían muchos años en recuperarse si fueran destruidos.

Su equilibrio natural, preservado durante siglos, es el principal atractivo para el turismo ecológico, que genera ingresos sostenibles para las comunidades locales.

El ecoturismo en la zona fomenta prácticas responsables: rutas de senderismo, observación de fauna, recorridos en bote y educación ambiental. Cada año, miles de visitantes impulsan la economía sin comprometer el medioambiente. En contraste, la minería de tierras raras representa un riesgo irreversible que amenaza la imagen de un destino que promueve la sostenibilidad.

Las tierras raras son esenciales para fabricar tecnologías modernas: turbinas eólicas, autos eléctricos y dispositivos electrónicos. Sin embargo, su extracción implica remover grandes volúmenes de suelo, usar químicos tóxicos y consumir enormes cantidades de agua. Esto acarrea contaminación del suelo y acuíferos, destrucción de hábitats y pérdida de biodiversidad en áreas sensibles.

Entre los impactos más críticos destacan: contaminación hídrica que afectaría el Lago Enriquillo, destrucción de vegetación endémica, fragmentación de hábitats y pérdida del atractivo paisajístico. A esto se suma el ruido, el polvo y la disminución del valor turístico, reduciendo empleos sostenibles y aumentando conflictos sociales por el uso del territorio.

La incompatibilidad entre minería y ecoturismo es evidente. Mientras el turismo ecológico prioriza la sostenibilidad y la inclusión comunitaria, la minería busca beneficios rápidos, dejando pasivos ambientales y sociales a largo plazo. Además, una mina cerca del parque afectaría la reputación internacional del país como destino verde, alejando inversiones turísticas.

La experiencia global es clara: los destinos que optan por la explotación minera en áreas protegidas pierden biodiversidad, atractivo turístico y beneficios duraderos. En cambio, el ecoturismo bien gestionado genera empleos estables, ingresos crecientes y protección de recursos naturales, creando un círculo virtuoso entre economía y medioambiente.

¿Qué hacer? Fortalecer la protección legal del Parque Nacional Enriquillo, impedir actividades incompatibles con la conservación, y promover políticas públicas que prioricen la sostenibilidad. Es vital incluir a las comunidades locales en los beneficios del turismo y la toma de decisiones, fomentando la educación ambiental y cooperación internacional.

El suroeste dominicano, con su riqueza natural, puede convertirse en un modelo de desarrollo verde para el Caribe. En lugar de sacrificar este tesoro por ganancias efímeras, que, regularmente, solo beneficia a emporios multinacionales la República Dominicana debe consolidar su imagen como destino responsable, atrayendo turismo de alto valor y asegurando bienestar a largo plazo.

Conclusión

La minería de tierras raras y el ecoturismo no son compatibles. Uno destruye lo que el otro necesita para prosperar: biodiversidad, belleza escénica y equilibrio ecológico. En un mundo que enfrenta crisis climática, priorizar la sostenibilidad no es una opción, sino una obligación. El Parque Nacional Enriquillo merece ser protegido como legado para las generaciones futuras.

CarlosMcCoyGuzman@gmail.com

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