POR PEDRO RICHARDSON
En este país estamos acostumbrados a ver los grandes cambios en cemento y asfalto. Medimos el desarrollo por carreteras, puentes y metros. Pero hay una transformación que avanza sin tanta bulla, sin tanto titular, y que quizás es la más profunda de todas: la que está ocurriendo en los campos de la República Dominicana.
Desde que el presidente Luis Abinader llegó al gobierno, el campo comenzó a recibir lo que nunca antes: atención real, inversión seria y financiamiento con sentido. Y el protagonista principal de esa transformación ha sido el Banco Agrícola.
En solo cuatro años, el Banco Agrícola ha prestado más de 71 mil millones de pesos a productores de todo el país. Eso no es poca cosa. Es tres veces más de lo que se prestó en los tres años y medio anteriores (menos de 20 mil millones). Además, pasamos de dar 75 mil créditos a entregar más de 160 mil préstamos a pequeños y medianos productores, muchos de ellos por primera vez en su vida bancarizados.
Este no es un dato frío. Es una señal clara de que el campo volvió a importar. Y lo más importante: que el gobierno lo está demostrando con recursos, no con discursos.
Como director ejecutivo de FEDODIM, tengo la dicha de recorrer cada semana los distritos municipales del país. Y lo que uno ve allá abajo es gente trabajando, sembrando, criando, produciendo. Lo que faltaba era apoyo.
Y eso es exactamente lo que ha hecho el gobierno de Abinader: llevar el crédito agrícola a las comunidades más remotas, donde viven miles de dominicanos que también son parte del desarrollo, aunque muchas veces se les olvide.
Para ponerlo claro: más del 60% del territorio nacional está compuesto por distritos municipales. Es decir, es en el campo donde vive el pueblo que más necesita el apoyo del Estado. Y ahí ha estado el Banco Agrícola, financiando cebolleros en Palenque, bananeros en Valverde, ganaderos en San Juan, caficultores en Ocoa, agricultores en El Seibo, y cientos de asociaciones comunitarias en toda la geografía rural.
Visión clara
No ha sido un favor, ha sido una política pública de Estado bien dirigida. Una visión clara de que sin campo no hay país, y sin crédito no hay campo. Esa línea directa entre gobierno central, banca estatal y comunidades rurales es lo que permite hoy hablar de resultados.
No se trata solo de dinero prestado. Se trata de lo que eso genera: más comida producida aquí, menos necesidad de importar, más empleos rurales, más estabilidad en las comunidades, menos migración del campo a la ciudad.
Luis Abinader ha hecho algo que muchos prometieron pero pocos cumplieron: convertir al campo en prioridad nacional. Y eso, desde FEDODIM, lo valoramos profundamente.
Porque los distritos municipales también son República Dominicana. Porque en cada colmado, cada parcela y cada camino vecinal, hay dominicanos que necesitan las mismas oportunidades que cualquier empresario del centro del país.
El crédito agrícola no resuelve todo, pero abre la puerta del desarrollo. Y hoy esa puerta está abierta como nunca antes. Ojalá este modelo se mantenga, se profundice y se institucionalice. Porque cuando el campo crece, el país entero se fortalece.
jpm-am
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