“Para todo perdido, algo aprovechado”, diría cualquier conformista o indiferente ante el acuerdo judicial combinado de baja pena o de devolución de algunos valores del comprobado festín que hicieran algunos funcionarios y familiares del expresidente Danilo Medina con los dineros públicos durante su ejercicio gubernamental.
De todos modos, antes que aleccionador, se estaría enviando una mala señal a la sociedad, cuando, bajo el “criterio de oportunidad” que ofrece la normativa procesal, el Ministerio Público acuerda que Maxy Montilla, cuñado del exgobernante, devuelva unos 3 mil millones de pesos, de un expediente que inicialmente envolvía unos 18 mil o 20 mil millones.
Como quiera que se mida, de por medio hay una gran diferencia en dinero que no se sabe a que bolsillo fueron, pero que el Estado la pierde. Montilla, sencillo, admitió los hechos y negoció para no ir preso.
Y ahí el punto que cae como un jarro de agua fría en diversos sectores sociales del país, en desacuerdo con que haya prescripción de la acción penal. Se entiende el esfuerzo y el trabajo prolongado del Ministerio Público, ante escándalos que envolvían altos montos e implicaciones por las que debieron ser declarados casos complejos, pero hay el temor de que la práctica de acordar con acusados de irregularidades la devolución de fondos públicos sin ir a prisión y sin aleccionadoras consecuencias se traduzca en un estímulo para la comisión de nuevos actos de corrupción.
Hay cosas difíciles de encarar, con todo y el legítimo derecho a la defensa que se tiene. Por ejemplo, cuando Medina habla de “transparencia” de sus gobiernos y de “honorabilidad”, en momentos en que los tribunales del país le imponen condenas a un hermano y a un cuñado suyos.
Es histórico el momento en que, en pleno ejercicio de su gobierno, Medina preguntó a periodistas que le pusieron el tema: ¿Pero cuál corrupción, hablar en término genérico siempre es peligroso; dónde están los escándalos de corrupción que ustedes ven en el Estado Dominicano, dónde están?
Además de los casos ya con fallos en la justicia, por ahí viene el expediente pesado de los militares de primera línea encargados de su seguridad cuando era presidente. Este expresa al conocer la admisión de los hechos y el acuerdo a que llegó con la justicia el cuñado Montilla que él, en lo personal, no fue al gobierno a hacer negocios, ni se involucró en la asignación de obras ni pidió favores para familiares o allegados.
Este jueves, sin embargo, su exasistente en Palacio y ex director de Aduanas Fernando Fernández y cuyas relaciones no terminaran bien, escribió en su cuenta:” Me tocó tener un enfrentamiento con el presidente por no recibir en Aduanas a su hermano, muy desagradable momento. No fue el único. La historia me dio la razón, ha demostrado que siempre es aconsejable escuchar a un verdadero amigo, aunque no te agraden sus consejos”.
Al salir del poder
En términos reales y de efectos políticos, la familia de Medina hoy está acusada y señalada y, como él es el presidente de la organización, el PLD está cargando con una culpa que no es suya. Al salir del poder, Medina no debió pasar a presidir el Partido, sino dejarlo fluir y que caras nuevas y jóvenes con muchas condiciones, que los hoy, se proyectaran y corrigieran errores costosos que se repiten.
Claro, siempre y cuando su principal figura no quisiera, como se sospecha, tener al PLD como refugio personal, aunque se lo lleve a la tumba. La admisión de hechos y condena que la justicia acaba de imponerle a familiares del exgobernante representa una suerte de “tiro de gracia” para el PLD.
Lo prudente y delicado, sin miedo, porque a él no lo van a tocar, es que Medina renunciara y dejara a la organización reorientarse. Si no es el caso, dirigentes de buen perfil, hoy callados y sin dar un paso al frente, estarían perdiendo su tiempo en el PLD.
jpm-am
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