Los libros de autoayuda, los audiovisuales y las sesiones personalizadas y empresariales de coach tienen cada vez más mercado en un mundo convulso, que necesita guía, orientación para continuar.
Sus consumidores son un público cautivo, que ávido busca ese material para crecer en lo emocional y en lo económico. La definición de coaching es “acompañamiento en el que un entrenador ayuda a descubrir la propia visión y alcanzar objetivos mediante el diálogo y la formulación de preguntas”.
El plan es el desarrollo de estrategias y habilidades para mejorar el rendimiento en áreas como el liderazgo en un entorno organizacional y generar cambio.
Así, llegan textos y videos sobre cómo mejorar la autoestima, influir en los otros, hacerse millonario, atraer pareja y entrenadores que engordan el “ego sano”, acompañan en la transformación mental y hasta física.
Sus adeptos son gente que defiende a voces los resultados de estas estructuras, el bien que hacen a la humanidad con sus consejos.
No es malo cambiar, intentar transformar en algodón las montañas que nos cubren. No creo que esté en discusión que el progreso en todas las áreas humanas es un derecho. Mas, casos hay en los que el exceso de autoconfianza dado por esas herramientas, desata colapso en vez de cambiazo.
Así, personas que basan su existencia sobre las orientaciones recibidas por esas vías, no ven, no miran más allá y en lugar de salir a flote, terminan hundidas en una desesperanza mayor, acogotadas por la frustración de no haber alcanzado lo que el libro, el audiovisual, el coach aseguraron.
En tantos casos, resulta más fácil empoderar a otros que a nosotros mismos. Al punto de que podemos enseñar a montar bicicleta sin nunca haber subido a una. A veces es más posible ayudar a los demás a superar sus miedos, que vencer los nuestros
¿Será por eso que la sicología es la carrera más estudiada en el mundo?
jpm-am
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