Según archivos desclasificados de la CIA, Balaguer fue el político más incorruptible de su época y el más parecido a Bosch por su desinterés por el dinero y porque no tenía vínculos con crímenes políticos.
El Foro Público fue uno de los instrumentos más siniestros del régimen de Rafael Trujillo. Se publicaba en el diario El Caribe con un propósito: destruir reputaciones. Bajo el amparo del dictador, difamaba a damas y caballeros, muchos de ellos personas honestas, con el fin de desmoralizarlos, arruinarles la vida o, simplemente, probar su lealtad al tirano.
En una de esas embestidas, el blanco fue Joaquín Balaguer. El foro lo acusó, junto a su amigo Bebecito Martínez, de un acto de corrupción. Balaguer, conocido por su carácter incorruptible, envió una carta a El Caribe con una frase que marcaría su vida política: “Todo se lo debo a Trujillo, menos mi honor”. Acto seguido, el hombre que había acompañado a Trujillo desde 1930 renunció a su cargo y se retiró a su casa.
El propio dictador lo mandó a buscar. Balaguer dejó algo claro: no negociaba con su moral. A lo largo de su trayectoria —siete veces presidente— nunca se le pudo acusar de enriquecerse a costa del Estado. Sus colaboradores recuerdan que, en una ocasión, le informaron que varios funcionarios habían desviado fondos públicos. Balaguer levantó las manos, miró al cielo y exclamó: “¡Pero son insaciables!”. Luego declaró: “La corrupción se detiene en la puerta de mi despacho”.
A la muerte de Trujillo, Balaguer ocupaba la Presidencia. En medio de la crisis se vio obligado a exiliarse primero en Puerto Rico y, más tarde, en Nueva York, perseguido por sus adversarios que lo consideraban una “amenaza”.
Cinco años después, tras el golpe de Estado a Juan Bosch, la Revolución y un río de sangre que sacudió la Nación, fue necesario traer de vuelta a Balaguer. ¿Por qué él y no otros? La respuesta llegó desde los informes de la CIA y el Departamento de Estado: Balaguer era el único político que nunca se había corrompido, ni estaba manchado por crímenes o persecuciones políticas.
“Está limpio”, concluían los informes secretos desclasificados del gobierno de EE. UU. Y añadían: el hombre que más se parecía a Bosch, en términos del desinterés por el dinero, era Balaguer, aunque uno es de derecha y otro de izquierda.