El régimen de Rafael L. Trujillo Molina no se limitó al ámbito nacional. Llevó sus tentáculos fuera de nuestras fronteras, terrestre y marítima, tal y como se comprueba con un simple examen cronológico de sus hechos, comprobables en más de cien libros que abordan desde diversos ángulos a ese siniestro personaje que por 30 años controló el país.
Para ese gobernante opresor la política siempre fue un juego de cuchillos, dentro y fuera del país. Ningún enemigo o “desafecto” suyo estaba libre de peligro, sin importar el puesto que ocupara o el lugar donde viviera, porque él actuaba como una máquina de matar.
Sería prolijo enumerar aquí las obras aludidas, pero oportuno es recordar, para los que quieran tener una visión amplia sobre las acciones internas y externas de dicho gobernante, los dos tomos que escribió don Alfonso Rodríguez Demorizi bajo el título Drama de Trujillo, Así como también el tomo V de la serie Historia General del pueblo dominicano, con el sello de la Academia Dominicana de la Historia, además la titulada “Trujillo: pequeño César del Caribe”, escrita desde su exilio por el enjundioso periodista puertoplateño Germán Emilio Ornes Coiscou.
Durante su largo gobierno de fuerza en la República Dominicana Rafael Trujillo no siempre ostentó el título de presidente, pues primero colocó en la llamada poltrona presidencial a su básiga Jacinto B. Peynado, fallecido mientras ejercía el cargo, dando paso al vicepresidente Manuel de Jesús Troncoso; luego fue Héctor B. Trujillo Molina y finalmente Joaquín Balaguer. Todos fueron gobernantes a simple título, con un poder delegado por el verdadero mandamás del país.

Betancourt
En esta ocasión me limitaré a detallar los hechos vinculados con un sonoro fracaso que en sus incursiones fuera de nuestras fronteras tuvo quien desde adolescente apodaban Chapita y quien en producciones musicales y literarias terminó conocido como El Chivo.El último incidente internacional de extrema gravedad, y que terminó en fracaso, lo tuvo Trujillo en Venezuela, cuando patrocinó una emboscada para asesinar a Rómulo Betancourt Bello, el presidente de ese país hermano, quien siempre fue un amigo del pueblo dominicano.
Ese atentado criminal fue hecho desde un carro cargado de bombas que fueron explotadas por control remoto cuando la caravana presidencial pasó por su lado. Fue en la avenida Los Próceres, en Caracas, la capital venezolana, el 24 de junio de 1960, cuando el presidente iba a participar en un desfile militar con motivo del día del ejército, establecido en esa señalada fecha aniversario de la famosa batalla de Carabobo, librada en el 1821, en la cual triunfaron las fuerzas independentistas encabezadas por Simón Bolívar, José Antonio Páez, Juan Nepomuceno Moreno y otros adalides de Sudamérica.
Ese día sangriento de 1960 perdieron la vida, entre otros, el jefe de la escolta de Betancourt y sufrieron graves quemaduras este, el ministro de Defensa y otras personas que lo acompañaban. Cuando se produjo ese hecho Betancourt sólo tenía un año y cuatro meses en el poder. Ganó las elecciones del 7 de diciembre de 1958 y tomó posesión del cargo el 13 de febrero de 1959.Eso le produjo un enfado descomunal a Trujillo.
Quedó demostrado que el tirano dominicano le ordenó dicha macabra acción al terrible Jhonny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar, quien contrató como perpetradores directos a varios venezolanos, entre ellos los reconocidos criminales Manuel Yáñez Bustamante, Luis Cabrera Sifontes, José y Eduardo Morales y Juan M. Sajona.
Como parte de los preparativos para el atentado de referencia alias El Jefe ordenó desde el inicio del gobierno de RBB una campaña de maledicencia a través de esa sentina radial que era Radio Caribe y, además, en el periódico gubernamental El Caribe (dirigido cuando el referido ataque caraqueño por el periodista colombiano y biógrafo de Trujillo José Antonio Osorio Lizarazo). En esos medios con frecuencia lo llamaban “la rata de Miraflores”, entre otros epítetos denigrantes.

Un periodista muy ligado a Trujillo, Francisco Prats Ramírez, cuyo nombre lleva una extensa calle de la capital dominicana, escribió en el susodicho diario que el presidente venezolano tenía “…una vida turbia, aventurera, delictuosa, invertida…ingeniero de la intriga…”
El odio de Trujillo contra Betancourt Bello comenzó en 1945. El 12 de noviembre de 1947 ordenó que el Congreso Nacional, integrado por paniaguados suyos, emitiera una resolución de arquitectura puramente trujillista condenándolo junto al presidente cubano Ramón Grau San Martín y a su homólogo guatemalteco Juan José Arévalo. Los tres apoyaban los preparativos que se hacían en Cayo Confites, en el archipiélago cubano de Sabana-Camagüey, para enfrentar aquí la tiranía.
Es de rigor señalar que Venezuela siempre ha sido tierra de acogida para los dominicanos, desde antes de los tiempos de Duarte y su familia. Partidarios de Betancourt eran muchos de los dominicanos que formaban la diáspora en aquella tierra con su frontera norte en el mar Caribe. A partir de su ascenso al poder hubo un gran impulso en la lucha para ponerle fin al régimen de Trujillo Molina. Un caso específico fue la fundación en Caracas, el 27 de marzo del citado 1959, del Movimiento de Liberación Dominicana.
El referido acto criminal provocó que la OEA, que antes era menos entelequia (lejos del concepto que de eso tenía el filósofo Aristóteles) que ahora, estableciera fuertes sanciones económicas y políticas contra el régimen dominicano, lo cual fue sorprendente por la pasividad de esa entidad.Dicha decisión fue tomada el 21 de agosto de 1960, utilizando como base los artículos 7, 8 y 9 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que fue aprobado el 2 de septiembre de 1947 en la marítima ciudad brasileña de Río de Janeiro.
Otros organismos internacionales también impusieron sanciones que debilitaron a Trujillo. Este, tratando de evadir el vendaval que le vino encima, hizo que su hermano Negro renunciara a la presidencia de la República y pasara a ocupar su puesto el entonces vicepresidente Joaquín Balaguer, ambos en el contexto político con la condición de “presidentes gomígrafos”. Además, ordenó abrir cuentas secretas en bancos extranjeros para tratar de recibir los dólares provenientes de algunas exportaciones de productos nacionales, especialmente del azúcar.
En el plano nacional como internacional la situación se le complicaba cada día al régimen trujillista. Un editorial del famoso periódico estadounidense The New York Times, divulgado meses después del atentado, resumía la situación así: “La cuestión que está en la mente de todos es esto: ¿Hasta cuando resistirá Trujillo la situación económica que lo agobia? Nadie le presta dinero a Trujillo…el turismo no existe…el país va hacia atrás…”
El 9 de septiembre de 1960 el gobierno haitiano encabezado por Francois Duvalier rompió relaciones diplomáticas con el país. Tres semanas después alias Petán Trujillo formó un grupo irregular de hombres armados al que llamó Los Cocuyos de la Cordillera y un mes después de eso se filtró en los despachos palaciegos que la Agencia Central de Inteligencia de los EE.UU. estaba realizando contactos para poner fin a la parábola vital del sátrapa dominicano.
Lo demás, después de aquel fracaso en Caracas, es ampliamente conocido, pues como dijo un poeta nuestro el tirano Trujillo cayó “en un charco de sangre con dos onzas de plomo”.
jpm-am
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