Cuando el científico mexicano Jacobo Grinberg nos planteó la forma de meditar para poder acceder a «esa fuente» que produce «los milagros», no estaba diciendo nada nuevo que no hayan promovido la mayoría de las religiones del mundo.
«Pidan que yo os daré», dijo Jesucristo. «Porque todo aquel que pide, recibe. Todo el que llama se le escucha…
La teoría «sintérgica», de Jacobo, es también la teoría de la física cuántica, que descarta que el vacío, «este vacío»… es decir, hay energías que ni se ven ni se perciben, ya que nuestro «receptor», el cuerpo humano, no tiene «la tecnología» para verla…
Si logramos seguir los cuatro pasos de Jacobo, conseguiríamos «excalar» a ese «plasma» o, como él prefirió llamar, «Lattice», que describe como una red que conecta todo. Lo percibido y lo que no.
Respirar profundamente hasta lograr «observar los pensamientos». Aferrarse a un objeto cualquiera como apoyo; es decir, los creyentes creen en un dios al que le piden, pero puede ser cualquier objeto… «Hasta una piedra».
Se le pedirá con fe o con la convicción de que nos dará lo que pedimos y, por último, usted tiene que «visualizar» eso que quiere.
La clave de todo esto es «conectarse» a esa red, pero el último detalle es el más importante; tiene que creer ciegamente que obtendrá lo que pide. Tiene que «sentirlo» para que «esas energías del vacío» perciban sus deseos.
Neville Goddard, pastor americano, lo plantea del mismo modo que Grinberg o que Eckhart Tolle y su famoso libro «El poder del ahora» o «El secreto» de Rhonda Byrne.
Aquí el asunto no es, ¿quién lo dijo? Ya que tenemos miles de años repitiéndolo, El Kybalion, El Zohar, La cábala… si no, ¿qué vamos a pedir?
Sé que la mayoría pedirá riquezas más que intelecto, y, ¡por supuesto! Los menos pedirán salud, «eternidad», como si la muerte no fuera el remedio de los males, como don Quijote.
Yo me detuve a pensar en ello y descubrí que no tengo nada que pedir porque todo lo material es perenne y, aun obtuviera «perpetuidad» de vida, es decir, nunca morir, solo me dejaría con el vacío de no encontrar «ese otro vacío» que tanta gente ha especulado.
Sin embargo, ni siquiera «ese vacío» u otra vida o dimensión, la veo con sentido o, digamos, «satisfará» el vacío que percibo dentro.
Para que nos vayamos entendiendo, no estoy depresivo, ni aburrido o perturbado; es solo que me detuve en medio de la meditación a observar mis pensamientos y descubrí que no hay nada que pedir. ¡Porque «la realidad» es que no hay nada!
Todo es una ilusión que constantemente está fluyendo y todos los estados son temporales. La riqueza, salud o conocimiento se terminan en algún momento. Todo gozo, placer o desaliento nace, se desarrolla y muere.
¡Entonces! ¿Cuál es el sentido de pedir si lo eterno y breve no contienen edad ni tiempo y corren como líneas rectas perdiéndose en la oscuridad y misterios del universo?
No pude conectarme al darme cuenta de que carecía de sentido «el sentido» y que lo que parecía tenerlo era precisamente mirarse con lo que uno tiene sin intentar «modificarlo», a riesgo de «dejar de ser lo que uno creía que era y tenía lo que tenía»…
Como este latido está lleno de contradicciones y sueños y quimeras y una que otra dosis de «introversión», lo vamos a dejar hasta aquí, pidiéndoles a ustedes «que pidan por mí», como yo pediré por ustedes… ¡Y que Dios reparta suerte! ¡Salud! Mínimo Pedidero.
jpm-am
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