La Escuela Italiana de Antropología criminal

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EL AUTOR es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

En la segunda parte del siglo XIX, el profesor turinés de Medicina legal Cesar Lombroso (nació en Verona, el 6 de noviembre de 1835, y muerto en Torino, el 9 de octubre de 1909) hizo sistemáticamente, en las prisiones, investigaciones anatómicas y antropológicas sobre los criminales.

Su doctrina del criminal nato, expuesta en su obra principal, “L’uomo delinquente», le valió en poco tiempo un renombre mundial, pero suscitó rápidamente una oposición violenta. Lombroso creía haber encontrado en el criminal una variedad particular del “Homo Sapiens”, en el seno de las ciencias naturales, caracterizada por los signos somáticos y psíquicos.

El maestro Lombroso encontró de tales “estigmas” físicos del criminal nato (delincuente nato) en las particularidades de la forma del cráneo y de la cara (entre otros: capacidad craneal anormalmente grande o reducida, frente huidiza, mandíbula inferior prominente, cejas ampolladas, pómulos salientes, orejas grandes y deformadas), en las singularidades de desarrollo del encéfalo y en las características antropométricas (asimetría del cuerpo, envergadura de los brazos, de las manos y de los pies).

Cesare Lombroso (1835-1909)

Cómo esas características se encuentran, en la humanidad primitiva, Lombroso veía en el criminal-nato un retorno atávico, pero creía igualmente poder constatar una relación con la epilepsia y lo que se llama la “moral insanity” (debilidad moral).

Debido a que todos  los individuos que entran en conflicto con la ley no presentan esas características (como Lombroso lo ha reconocido él mismo), luego elimina a los «delincuentes ocasionales»  y los “criminales pasionales” en tanto que criminales inauténticos, pero mantiene que la gran mayoría constituida por los otros criminales forma un tipo antropológico unificado: el verdadero delincuente nace como tal, la sociedad sólo le brinda las posibilidades y oportunidades para ejercer sus disposiciones delictivas.

Lombroso saca de esta doctrina importantes conclusiones de política criminal: para el criminal nato sometido a su inclinación criminal hasta el punto de no poder escapar de ella, no es castigo moral ni pena infame que son indicadas; Sin embargo, la sociedad debería protegerse contra él (mediante una seguridad permanente o, si es necesario, matando como medida de «selección»).

Pequeñas infracciones de la ley ya podrían dar lugar a medidas tan severas cuando el culpable puede ser reconocido como un criminal nato; mientras que los actos más graves en el caso del delincuente apasionado u ocasional deberían inspirar más indulgencia.

La doctrina de Lombroso no resistió a las verificaciones de otros investigadores. Es principalmente el médico de prisión berlinés BAER, quien constató, en el curso de muy vastas investigaciones, que los detenidos no se distinguen de la población no criminal por ninguna particularidad que le sería común, y que no existe pues criminal-nato, en tanto que variedad morfológica humana.

Pero Lombroso posee el mérito histórico de haber dado para la observación científica del hombre criminal, la impulsión a la investigación criminológica moderna. Está en el origen de la escuela antropológica de criminología que, en Italia, aún hoy conserva su importancia y fundó la teoría de las disposiciones.

El acento puesto por Lombroso sobre el  factor constitucional como determinante del crimen encontró su contraparte en el punto de vista sociológico sostenido, por la época, en Francia, por Lacassagne, profesor de medicina legal en Lyon, vinculado a las ideas del físico y estadista belga Quételet. Éste se esfuerza por interpretar todos los fenómenos de la vida social según la ley de los grandes números.

Es por lo que consideraba, no el crimen en tanto que manifestación aislada, sino la criminalidad de la masa que, en sus oscilaciones periódicas, le aparecía como una función matemáticamente comprensible sobre las condiciones económicas y sociales del momento. Ese punto de vista no parte del criminal viviente; se hace conscientemente abstracción de sus particularidades biológicas concretas y  los cálculos estadísticos se basan en un “hombre medio” inexistente.

Las conclusiones de esta doctrina en el dominio de la política criminal, sostenida más tarde, primordialmente por Gabriel Tarde perteneciente a la “Escuela de Lyon” , corresponden en muchos aspectos de la concepción del mundo marxista: el delincuente aparece como una pobre víctima del orden económico capitalista cuya defectuosa organización lo ha convertido en un criminal; No es él quien es responsable de su acto, sino la sociedad cuya «culpa colectiva» reemplaza a la culpa individual: todos son culpables, excepto el criminal.

Así se desarrolló esta “teoría social del delito”, conocida como teoría del medio ambiente. Estas ideas de Francia tuvieron una influencia duradera en la investigación centroeuropea. En Italia, los juristas Garofalo y Ferri, representantes de la Escuela de Antropología criminal, introdujeron, en tanto que discípulos de Lombroso, en las doctrinas de este el punto de vista sociológico. Ferri, por ejemplo, dio más tarde a su libro aparecido en 1880 sobre los nuevos horizontes del Derecho criminal, el título de “Sociología criminal». 

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