Infraestructura cultural, economía y ciudad

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El autor es abogado. Reside en Salcedo

POR DANIEL BELTRE ACOSTA

Una infraestructura cultural bien desarrollada y funcional, una ciudad amigable con los turistas y un entorno ornamentado son factores que, sin lugar a duda, impactarían positivamente en el flujo de visitantes hacia ciudades como Santo Domingo, Santiago o Higüey, por mencionar algunas. Esta es una idea con la que todo el mundo está de acuerdo.

No obstante, un plan que aborde esos tres aspectos básicos implica un esfuerzo económico importante no sólo para los gobiernos municipales, sino también para la administración pública central. Lograrlo requiere el involucramiento de actores gubernamentales que no siempre se encuentran alineados en una misma dirección, ya sea por cuestiones de prioridad presupuestaria o por diferencias en la visión política.

Sin embargo, dotar a nuestras ciudades de los espacios y recursos necesarios que permitan el acceso a su patrimonio cultural e histórico es un plan en el que se debe avanzar de forma conjunta y sin distracciones superfluas. Valdría la pena reexaminar desde esta perspectiva las leyes de cultura, de mecenazgo cultural, así como de incentivos al turismo, en aras de que el país pueda explotar sus ventajas comparativas en lo cultural.

La República Dominicana es el segundo país más visitado en toda América Latina y el Caribe, siendo Santo Domingo su principal atractivo turístico-cultural y uno de los más insignes de la región. No obstante, la capital —cuna de un patrimonio histórico y cultural de excepción— no figura ni siquiera entre las ciudades más visitadas del área ni en las mejores posiciones de los rankings de valoración de destinos.

De los más de 11 millones de turistas que recibe el país, probablemente menos del 10 % decide permanecer en Santo Domingo. A pesar de que aquellos destinos y atracciones declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco ocupan las preferencias de los turistas, sólo el 8 % de nuestros visitantes explora el principal atractivo de la ciudad, la Zona Colonial, según la encuesta de experiencias del Ministerio de Turismo (2023).

Museo Magua, en Salcedo

El costo de oportunidad para el país es alto, dado que, según estimaciones de la Organización Mundial del Turismo, las experiencias culturales representan aproximadamente el 40 % del mercado turístico global.

Otros estudios revelan que el 38.6 % de los turistas busca visitar ciudades con patrimonio histórico, mientras que sólo el 19.9 % va en busca de playas y sol (Huertas, Orden-Mejía, 2022); igualmente, los visitantes interesados en el patrimonio cultural de las ciudades gastan un 38 % más que los otros y se quedan un 22 % más de tiempo que el resto; del universo de turistas, el 61 % busca visitar museos en el destino.

A pesar de que la República Dominicana es la séptima economía más grande de América Latina y el Caribe, y una de las de mayor crecimiento y dinamismo de la región, sus ciudades de mayor potencial, como Santo Domingo, Santiago, San Juan, Constanza o Puerto Plata, apenas pueden ser disfrutadas de forma precaria por los locales.

Aún no son comunidades en las que se pueda salir a caminar y conocer sus riquezas históricas y culturales con facilidad; incluso, podría ser una tarea hostil para el turista convencional.

Estas ciudades son sólo una pequeña muestra, puesto que hay mucho más que ofrecer; es decir, no hay un solo lugar del territorio nacional donde el turismo de playa y montaña no pueda ser apuntalado con atracciones culturales e históricas únicas. Coyoacán, México, tiene una casa-museo dedicada a una figura global como Frida Kahlo, que recibe cada año 750 mil visitantes.

Salcedo

Pero Ojo de Agua, Salcedo, cuenta con un potencial de gran relevancia histórica: la casa-museo Hermanas Mirabal, iniciativa que podría ser replicada con figuras de la talla de Juan Bosch, Pedro Mir o Máximo Gómez, por mencionar a algunas.

Tesoros históricos como el museo Maguá, en Salcedo, o la Isabela en Puerto Plata, revelan un potencial gigantesco. Santo Domingo, por ejemplo, podría ser sede de un museo sobre música latinoamericana y caribeña; una nación como la nuestra, que ha impactado a todo el planeta con su música y sus ritmos, tiene sobradas credenciales para exponer al mundo con orgullo su impronta cultural.

Asimismo, Santiago, Punta Cana o incluso la capital podrían ser sede de un nuevo museo de arte contemporáneo que albergue cientos de obras de gran valor artístico, actualmente dispersas y confinadas desde hace décadas, comenzando por aquellas que reposan en entidades poco relacionadas con el arte, como la Dirección General de Aduanas o la Dirección General de Impuestos Internos, por citar sólo dos ejemplos.

En 2025, el mercado global del turismo cultural podría superar los 4 billones de dólares. Por lo tanto, rescatar y cuidar la infraestructura cultural del país —entendida como el conjunto de elementos, tanto materiales como inmateriales, fenómenos de nuestra cultura y de la dominicanidad, así como aquellos recursos que facilitan su acceso y aprovechamiento— no es un propósito puramente romántico o idealista, sino un imperativo de trascendencia económica si queremos ver crecer y desarrollar las economías de nuestras ciudades.

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