
A nadie le sorprendió. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quedó ya habilitado para reelegirse indefinidamente. El Congreso, bajo su control, le allanó el camino con una reforma constitucional que consolida su poder total.
Sus críticos lo ven como un golpe mortal a la democracia; sus seguidores, necesario para no volver al terror de las pandillas.