POR NELSON DEL POZO G
En los últimos días, el gobierno de Donald Trump ha evidenciado una de las mayores contradicciones de la política exterior contemporánea: mientras ignora deliberadamente la crisis humanitaria en Haití, despliega una fuerza naval agresiva frente a las costas de Venezuela. Esta dualidad responde a un cálculo geopolítico y económico que prioriza los intereses estratégicos sobre los principios de autodeterminación y justicia internacional.
La crisis haitiana: una emergencia ignorada
Haití enfrenta una de las peores crisis humanitarias de su historia. Bandas armadas controlan el territorio, bloqueando el acceso a alimentos, medicinas y combustible, mientras la población civil sufre violencia extrema, hambre y colapso sanitario. A pesar de las peticiones de ayuda internacional, la administración Trump ha respondido con indiferencia y negligencia.
Este desinterés no es nuevo. Haití ha sido históricamente víctima de intervenciones extranjeras que, lejos de resolver sus problemas, han agravado su inestabilidad. La ocupación estadounidense (1915-1934) sentó las bases para dictaduras futuras, y misiones de la ONU como la MINUSTAH dejaron un legado de violencia, cólera y abusos sexuales. Como señaló Frederick Douglass: «Haití es negro, y aún no perdonamos a Haití por ser negro».
La amenaza a Venezuela: intereses económicos disfrazados de preocupación regional
Frente a la indiferencia hacia Haití, el gobierno de Trump ha movilizado buques de guerra hacia Venezuela, justificando esta acción con un relato de «restauración democrática» basado en datos de dudosa credibilidad. Esta postura ignora que Venezuela es un país soberano, con derecho a autodeterminarse sin injerencias externas.
El verdadero interés de Washington parece ser el petróleo y los recursos naturales venezolanos, especialmente en un contexto de déficit fiscal y tensiones en las reservas energéticas estadounidenses. La retórica anti-Maduro oculta una estrategia de dominación económica y política que recuerda a las prácticas del siglo XX, cuando Estados Unidos apoyó dictaduras en la región para proteger sus intereses.
Doble estándar y violación del derecho internacional
La administración Trump aplica un doble rasero inaceptable:
- Ignora crímenes de lesa humanidad en Haití, donde las bandas armadas actúan con impunidad.
- Fabrica crisis en Venezuela para justificar intervenciones.
Este comportamiento viola el derecho internacional y los principios de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíben la injerencia en asuntos internos de otros Estados. Además, contradice las supuestas preocupaciones humanitarias que Estados Unidos esgrime en otros contextos.
Implicaciones globales: paz frágil e hipocresía internacional
La comunidad global enfrenta hoy una paz frágil, amenazada por conflictos como el genocidio en Gaza —donde Israel arma bandas criminales para dividir a la población— y la creciente injerencia de potencias en asuntos de Estados soberanos. La administración Trump, lejos de contribuir a la estabilidad, explota estas crisis para avanzar en sus objetivos geopolíticos.
Como bien advierte el autor original: «El ámbito global no aguanta más conflictos». La movilización de buques de guerra hacia Venezuela no solo es una provocación, sino un riesgo para la seguridad regional y global.
Conclusión: defender la autodeterminación y la justicia real
La lucha por la autodeterminación de los pueblos es inseparable de la justicia internacional. Estados Unidos, en lugar de actuar como juez y parte, debería:
- Respetar la soberanía de países como Venezuela.
- Apoyar soluciones lideradas por haitianos para Haití, sin imponer intervenciones extranjeras.
- Destinar recursos a ayuda humanitaria real, no a operaciones militares disfrazadas de ayuda.
Como bien señala el escrito original: «Venezuela no se negocia». Ningún pueblo debe ser moneda de cambio en acuerdos entre potencias. La comunidad internacional debe rechazar estas prácticas y exigir políticas coherentes con los principios de derechos humanos y soberanía.
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