El absurdo burocrático de la CAASD

En República Dominicana, la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) sigue mostrando una de las peores caras de la burocracia estatal: la indiferencia hacia el ciudadano que cumple con sus obligaciones.

Un caso reciente refleja lo absurdo del sistema. Una persona, agobiada por el estrés del día a día, olvidó pagar a tiempo la factura del agua. Como era de esperarse, el servicio fue suspendido. Hasta ahí todo claro: no pagas, te cortan. Pero lo insólito vino después.

Tan pronto notó la falta de agua, el usuario realizó el pago inmediatamente a través de la App del Banreservas, es decir, con la rapidez que hoy permite la tecnología. Sin embargo, ese acto de responsabilidad no significó nada para la institución.

Al día siguiente, al llamar a la CAASD, se le informó que no bastaba con pagar: había que reportar el pago. Como si en pleno 2025 la entidad no tuviera capacidad de detectar de manera automática quién ya cumplió con su deuda. Para empeorar las cosas, le comunicaron que debía esperar tres días laborables para la reconexión.

En otras palabras: aunque pagó el viernes y notificó el sábado, el servicio estaría restablecido el jueves siguiente. Eso significa casi una semana sin agua en un hogar que ya cumplió con el pago correspondiente.

El hecho levanta varias preguntas que la CAASD debe responder:

  • ¿Por qué un cliente que ya saldó su deuda debe sufrir un castigo desproporcionado de varios días sin agua?
  • ¿Cómo es posible que un sistema en el que el dinero entra de inmediato no tenga la capacidad de agilizar la reconexión en menos de 24 horas?
  • ¿Por qué se condena al ciudadano a cargar con la ineficiencia de una institución que se escuda en “trámites” y “procesos internos”?

El agua no es un lujo, es un derecho humano básico. Negarle el acceso a una familia por casi una semana, aun después de pagar, es un atropello institucional. En vez de apostar por la automatización y el respeto al usuario, la CAASD mantiene un sistema lento, arcaico y desconsiderado.

En un país que presume de modernización digital, lo que ocurre en la CAASD es un retroceso vergonzoso. El mensaje que envía es claro: aunque pagues, tu servicio regresará cuando a ellos les convenga, no cuando lo necesites.

Una realidad inaceptable que merece más que indignación: exige un cambio inmediato en la forma en que se gestionan los servicios públicos esenciales.