Estaré compartiendo con ustedes dos artículos sobre el “evangelio de la prosperidad” los cuáles escribí a sugerencia del ministro pentecostal Roberto Robert, profesor de escuela bíblica del concilio de Iglesias de Cristo en Las Antillas (NY). Lo haré con humildad y el sagrado interés únicamente de edificar a los creyentes menos dogmáticos en torno al error doctrinal y teológico de esta enseñanza que, torciendo versículos bíblicos ha destruido la fe y empobrecido espiritualmente a miles.
Aunque muchos lo siguen con sinceridad, al evangelio de la prosperidad, la ignorancia de no conocer la verdad bíblica, no se justifica, ya que el Espíritu Santo está disponible para todo aquel que lo pida.
Para denunciar estas falsas interpretaciones, decidí hacer algunas puntualizaciones, desde una visión crítica, analítica y reflexiva, empezando por decir que Cristo no escogió a sabios ni eruditos, ni predicó las fórmulas de hacerse ricos, más bien su mensaje enfatizó en como apartar al ser humano del pecado y dado su sacrificio vicario en una cruz rescatarlo y reconciliarlo con el Padre Celestial.
La riqueza que busca Cristo por medio del evangelio es: la salvación del alma, la transformación del corazón, la comunión con Dios, la riqueza de una comunidad redimida y la herencia eterna.
Esta enumeración se enlace bíblicamente en que Cristo vino a buscar a los enfermos, encarcelados, ladrones, homicidas, borrachos, hechiceros, campesinos, cobradores de impuestos, mujeres prostitutas y comunes, para revelarles el misterio de su reino: El misterio de la piedad: “Dios manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo y recibido arriba en gloria”.
“Te alabo, Padre… porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25).
Esta doctrina —Evangelio de la Prosperidad— sin embargo, seduce tanto al iletrado como al educado, porque se apoya no en la Escritura, sino en la codicia del corazón humano. Es una doctrina centrada en el “tener lujurioso”, no en el “ser arrepentido y amoroso”.
El “evangelio de la prosperidad” —también conocido como “palabra de fe”, “confesión positiva” o “teología del reino, en la actualidad”— tuvo sus raíces modernas en el movimiento pentecostal del siglo XX, pero hunde sus fundamentos en el pensamiento metafísico de los siglos XVIII y XIX, especialmente en el “Nuevo Pensamiento”, que predicaba: “la mente puede crear la realidad por medio de la palabra”. De allí derivan conceptos como: Decrétalo. “Decláralo y será tuyo”. Cayendo en la lujuria material y herejía.
Figuras como Phineas Quimby, precursor del pensamiento de Mary Baker Eddy, fundadora de la secta ciencia cristiana, influyeron indirectamente en la mentalidad que más tarde adoptó el evangelista E.W. Kenyon, quien mezcló enseñanzas cristianas con ideas del “Nuevo Pensamiento”, pura filosofía, a su vez, influyó a Kenneth Hagin, considerado el padre del moderno evangelio de la prosperidad en Estados Unidos. Quien profundizó en la herejía con su mala interpretación de importante versículo bíblico para su provecho personal.
Tengo fuentes textuales —libros— que lo vinculan como un masón 33*. Este señor Desarrolló también la famosa risa sanadora; entre otros disparates.
A partir de Hagin, surgen los nombres más conocidos de esta doctrina: Kenneth Copeland, quien debe tener avión privado para no contaminarse, Benny Hinn, Creflo Dollar, estos caen dentro de los payasos y estafadores más extraordinarios desde un púlpito, Joel Osteen, Joyce Meyer, dos expertos en psicología oscura, y motivación personal, entre otros…
La situación no es menos escandalosa en América Latina y el Caribe, se replicaron sus enseñanzas con rostros locales: Cash Luna, Guillermo Maldonado, Dante Gebel —la película la gran estafa le quedó pequeña en argumentos—, y cientos de predicadores —cómicos y humoristas en el escenario— de menor renombre que encontraron en esta fórmula una vía rápida al éxito reconocimiento eclesial, financiero y mediático.
El eje central de esta doctrina es que Dios quiere que todos sus hijos sean “ricos, saludables y exitosos”. Si no lo eres, es porque no tienes fe suficiente o estás bajo maldición.
Se ha sustituido la cruz por la chequera y la santidad por la autorrealización; no solo es antibíblico, sino que contradice el testimonio de los apóstoles, los mártires y del mismo Cristo, quien “siendo rico, se hizo pobre” (2 Corintios 8:9).
Estos exponentes en sus “sermones” manipulan textos como 3 Juan 2: “Deseo que seas prosperado en todas las cosas”. Y se interpretan como garantías absolutas de bienestar material, sin atender al contexto, al género epistolar ni al mensaje integral del evangelio. Es una exégesis interesada y una hermenéutica oportunista que fuerza el texto para justificar una ambición carnal.
Se autodenominan apóstoles para agregar insumos a su falsedad. En la que desenfocan a los cristianos de buscar la verdad bíblica por el bienestar carnal. Y hablan una supuesta “lengua” que no resiste una mirada.
Este tipo de predicación ha creado una élite eclesiástica multimillonaria, donde los pastores viven como reyes, mientras sus fieles esperan “el milagro económico” que nunca llega. Se les dice que si siembran en “buena tierra” —es decir, en los bolsillos del predicador— serán cosechadores de riquezas. Así, el altar se convierte en una plataforma de negocios y el púlpito en una tarima de manipulación emocional.
A través de motivaciones verbales de psicología oscura, incluyendo la música como inducción de acondicionamientos de trances y ciertos tipos de vibraciones, lo inducen a ofrendar en cantidad o tamaño para que así sea su bendición.
Es decir que Dios es manipulable por hombrecitos mortales.
¡Qué barbaridad!
¡Qué batalla!
Pero la verdadera prosperidad bíblica no es tener más cosas, sino ser imitadores de Cristo.
La iglesia primitiva no acumuló riquezas, sino que las compartió al igual que grandes hombres de Dios en este siglo. Leer hechos 4:32-35.
Pablo dijo: “Teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:8).
Jesús no enseñó a orar por dinero, carros, casas o fama, sino por el pan de cada día, el perdón y la venida del Reino. Ese pan; entiéndase la palabra.
¿Qué necesita dinero la obra del evangelio?
Claro que sí.
Pero una cosa es adoctrinar poniéndo tus obras o dinero como vía de bendición y salvación y, otra es saber que esta depende de la gracia por el sacrificio de Cristo.
Muchos cristianos sinceros, pero torpe, porque no leen, y a todo dicen amèn, han sido destruidos por esta enseñanza. Se endeudan, rechazan tratamientos médicos porque “ya están sanos por su confesión”.
Han abandonado empleos seguros para emprender negocios que “Dios les mostró en sueños”. A un “susodicho profeta”. Y cuando todo falla, acusan a Dios, y no se culpan a sí mismos y a quien le llevó el “mensaje”.
Esta enseñanza también corrompe la misión de la iglesia. En lugar de ser sal y luz, se vuelve un espectáculo de consumo.
El culto se convierte en una pasarela de modas y una fiesta de concurso y bendiciones materiales del “profeta”. El evangelio se reduce a una oferta de bienes temporales, y se pierde el llamado al arrepentimiento, al discipulado y a la cruz. Para sembrar en el reino de los cielos rescatando almas.
Es decir, que ahora tenemos una mala réplica de la antigua iglesia católica vendiendo salvación, figuras de yeso, de madera e indulgencia.
En los siglos pasados del tamaño del pago por la indulgencia, así de grande era la “salvación”.
¡Dios reprenda al Diablo!
Jesús dijo claramente: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Y Pablo advirtió: “Si alguno enseña otra cosa… hombres corruptos de entendimiento, que toman la piedad como fuente de ganancia, apártate de ellos” (1 Timoteo 6:3-5).
Cerrar los ojos ante esta doctrina es permitir que continúe la ruina espiritual de miles. No basta denunciar, hay que enseñar con claridad la sana doctrina. “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. (Jer.6:16), esa es la respuesta de los estafadores.
El verdadero evangelio no promete riquezas terrenales, sino una herencia incorruptible en los cielos.
Estos artículos nacen con ese compromiso de confrontar el error con amor, pero sin ambigüedades ni miedo.
No podemos dejar que se colabore consciente o no con Satanás, que está condenado y es prófugo de la justicia divina.
Continuará…
jpm-am
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