En la Era digital, la figura del influencer ha emergido como un nuevo tipo de líder de opinión. Con millones de seguidores en plataformas como Instagram, TikTok y YouTube, estos individuos tienen la capacidad de moldear opiniones, tendencias y comportamientos a una escala sin precedentes. Sin embargo, surge la pregunta: ¿estamos confundiendo popularidad con autoridad?
Tradicionalmente, los líderes de opinión eran expertos en sus campos: académicos, periodistas, activistas y profesionales con años de experiencia y credibilidad. Hoy, muchos influencers carecen de esta formación, pero aún así ejercen una influencia significativa sobre sus audiencias. Esta dinámica plantea preocupaciones sobre la calidad y veracidad de la información que se difunde.
Además, la monetización de la influencia ha llevado a situaciones donde la promoción de productos o ideas no siempre responde a criterios éticos o informativos, sino a intereses comerciales. Esto puede distorsionar la percepción pública y desviar la atención de voces verdaderamente informadas.
Es esencial que como sociedad desarrollemos un pensamiento crítico frente a las figuras de influencia. Debemos aprender a distinguir entre aquellos que ofrecen contenido valioso y fundamentado, y aquellos cuya influencia se basa únicamente en la popularidad.
En última instancia, la responsabilidad recae en nosotros como consumidores de contenido: elegir conscientemente a quiénes otorgamos nuestra atención y confianza.
jpm-am
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