La contaminación ambiental y los sentidos (OPINION)

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EL AUTOR es cardiólogo. Reside en Santo Domingo.

La comunicación del cerebro con el corazón y con los diferentes órganos y sistemas establecen un equilibrio perfecto en nuestro cuerpo. Así los estímulos externos recogidos a través de los sentidos: el tacto, la audición, la vista, la olfacción y la gustación, son transmitidos a través de una compleja maraña de conexiones nerviosas al cerebro y luego procesadas para poder tener las diferentes sensaciones que, puedan producir respuestas agradables o no.

En general, los sentidos pueden alterarse por el ambiente moderno, pudiendo afectar el equilibrio el cuerpo y la mente. Así, un sentido se contamina cuando se somete a la exposición prolongada o intensa a estímulos artificiales, exagerados o dañinos, que puedan afectar la salud mental, emocional o fisiológica.

El olfato se contamina por la exposición a químicos tóxicos, pesticidas y perfumes industriales; el oído por el ruido excesivo (tráfico, maquinarias, bullicio colectivo, música alta, entre otros).

La vista, en cambio, hace lo suyo por la sobre exposición a pantallas muy iluminadas, luces LED azules, publicidad constante, etc..

El gusto lo hace a través de las comidas ultra procesadas, excesos de sal, azúcar, exceso de alcohol, potenciadores del sabor, etc.

El tacto es el más resiliente, aunque no está completamente exento de efectos negativos, es más difícil de ser sobre estimulado, porque las sensaciones táctiles son locales y efímeras y no suelen generar adicción crónica como el resto de los sentidos.

En cambio, la falta de contacto humano tiene efectos negativos en el desarrollo emocional de las personas.

Los efectos de la contaminación a los sentidos pueden producir síntomas variados tales como: dolor de cabeza, náuseas, pérdida del olfato, estrés, insomnio, irritabilidad, ansiedad, sordera, fatiga visual, disminución de la concentración, dependencia alimentaria, obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial, deterioro del gusto real y problemas metabólicos.

Amenaza real

La contaminación del aire es uno de los grandes problemas sanitarios, provocando una elevada morbimortalidad, representando una amenaza real para la salud mundial.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es responsable de 6.7 millones de muertes prematuras cada año, 4.2 millones de muertes por la contaminación del aire ambiental (exterior) y 3.2 millones por contaminación del aire doméstico producto de la combustión de carbón usado para cocinar.

Estas complicaciones son el resultado de la exposición prolongada a contaminantes de partículas finas (PM2.5), combustión de combustibles, contaminación industrial, entre otros, de compuestos orgánicos volátiles y de magnetita, un contaminante que penetra por el sistema olfatorio al cerebro y que puede desencadenar Enfermedad de Alzheimer.

Las muertes están relacionadas con enfermedades como ataques cardiacos (infartos), accidentes cerebro vasculares, enfermedades pulmonares crónicas, hipertensión arterial, infecciones respiratorias agudas y cánceres de pulmón.

Las proyecciones futuras para la contaminación del aire son ominosas, especialmente para países de ingresos bajos y medios, a menos que, se adopten políticas públicas para incentivar el uso transportes menos contaminantes, de una mejoría de la eficiencia de producción de energía y de una mejor gestión de los desechos municipales.

Vivimos en ciudades cada vez más ruidosas: tráfico infernal, motorizados sin silenciadores, ruidos de construcciones, vocinglería y griterío del vecindario, entornos laborables ruidosos, anti- música monótona y ensordecedora, juntos a los altos parlantes de las plataneras y de anunciadoras, que reflejan bien el ambiente de la calle Duarte con París, como también a la Calle 42, de Capotillo.

Resultados de los altísimos niveles de Decibeles (mayor de 85 D) tenemos a ciudadanos cada vez más: disgustados, irritables, ansiosos, estresados y aburridos.

En este escenario encontraremos a hipertensos, gorditos, diabéticos, sedentarios, adictos a la comida chatarra, al consumo excesivo de alcohol, al uso colectivo del “vapeo” de lo que sea para socializar el ambiente y dispuestos a no perderse un enfrentamiento con cualquiera, para variar.

Los estudios más recientes demuestran que la exposición crónica al ruido ambiental tiene efectos nocivos sobre los sistemas cardiovascular, neurológico y metabólico. Activa el sistema nervioso simpático y eleva los niveles de las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, aumentado la presión arterial, la disfunción endotelial y a un mayor riesgo de infarto del miocardio y accidentes cerebro vasculares, aumentado la rigidez cardiaca, produciendo respuestas inflamatorias y de estrés oxidativo en nuestros cuerpos, y un aumento del número de hospitalizaciones por estas causas.

Esta sobrecarga sonora que, muchas veces se subestima, considerándose como una simple molestia, puede convertirse en un riesgo serio para la salud físico y mental. La OMS considera el ruido ambiental como una de las principales amenazas medioambientales para la salud en Europa y en las Américas.

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