Legado de Abinader y peso de la deuda pública (OPINION)

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El autor es comunicador. Reside en Nueva York

POR LUIS M. GUZMAN

La gestión del presidente Luis Abinader se encuentra en una etapa decisiva. Su apuesta por la transparencia institucional y la independencia del Ministerio Público ha sido reconocida tanto a nivel local como internacional. Sin embargo, el elemento más controversial de su administración es el creciente endeudamiento público.

Desde 2020 hasta 2024, la deuda pública total consolidada ha superado los 75 mil millones de dólares. Aunque el porcentaje deuda/PIB ha descendido de 61 % a 57.5 %, este ajuste responde más al crecimiento económico que a una reducción real del endeudamiento. Este matiz es clave para evaluar su impacto a largo plazo.

El gobierno ha argumentado que el aumento de la deuda se justifica por la pandemia, los subsidios energéticos y alimentarios, y obras de infraestructura. No obstante, muchos economistas advierten que el ritmo de endeudamiento compromete la sostenibilidad fiscal de las generaciones futuras, llevando el monto absoluto de deuda a su punto más alto en la historia dominicana.

Durante el periodo 2004–2012, Fernández apostó al desarrollo urbano e institucional con grandes obras como el Metro, ITLA y bulevares. Medina, por su parte, enfocó el gasto en infraestructura educativa y sanitaria. Mejía utilizó la deuda principalmente para salvar el sistema bancario tras Baninter.

El capital ejecutado bajo Abinader no ha dado lugar aún a una obra de gran envergadura nacional. Si bien ha fortalecido la institucionalidad y enfrentado la corrupción, la percepción ciudadana es que no hay transformaciones estructurales tangibles en educación, salud o seguridad.

La carga por pago de intereses ha aumentado. Solo en 2024, se destinaron alrededor de RD$350 mil millones al servicio de la deuda. Estos recursos limitan la inversión en políticas sociales y representan un costo de oportunidad relevante para el bienestar colectivo.

Agencias como Fitch, S&P y el FMI reconocen la sostenibilidad macroeconómica del país, pero alertan sobre el riesgo de sobreendeudamiento en países de ingresos medios. Es decir, el país se mantiene a flote, pero sin mucho margen de maniobra en caso de crisis futura.

Equilibrar disciplina fiscal con gasto social

Su discurso se ha centrado en la ética pública, el combate a la corrupción y el fortalecimiento del Estado. Pero estos avances institucionales aún no se reflejan en mejoras contundentes para la vida cotidiana de la mayoría.

La paradoja de su legado es que, pese a haber roto con viejas prácticas políticas, corre el riesgo de ser recordado como el presidente que más endeudó al país. Y no por lo que construyó, sino por lo que dejó comprometido sin retorno visible para las próximas generaciones.

Los próximos años definirán el tono final de su administración. Si no se contiene el endeudamiento y no se redirigen los recursos hacia proyectos que transformen la vida ciudadana, su legado quedará atrapado entre las buenas intenciones y el peso de la deuda a la que comprometió al país.

El gran reto de la República Dominicana no es solo crecer económicamente, sino hacerlo de forma sostenible, equitativa y sin hipotecar su futuro. El legado de Abinader aún puede corregirse, pero el tiempo apremia y la deuda sigue creciendo.

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