Por JAIRO DE JESÚS ESPINO
En el ámbito de la macroeconomía en República Dominicana, uno de los problemas más subestimados pero de gran impacto en el corto, mediano plazo es la denominada trampa de la liquidez. Este fenómeno ocurre cuando los agentes económicos prefieren mantener su dinero en efectivo, en lugar de invertirlo en proyectos productivos o en el consumo, a pesar de que las tasas de interés se mantienen relativamente bajas en el sector financiero con excepción de las cooperativas. En otras palabras, el dinero “se queda quieto” y no circula, debilitando y prolongando el efecto expansivo de la política monetaria.
En la República Dominicana esta situación se ha hecho evidente en momentos en que, pese a la disponibilidad de crédito y la reducción de tasas por parte del Banco Central, la inversión privada no se reactiva con la intensidad esperada.
Los empresarios, temerosos de la incertidumbre económica, la inflación, el tipo de cambio y la posible e inminente reforma en la política fiscal, optan por la liquidez como mecanismo de seguridad.
El efecto de esta preferencia por mantener dinero ocioso se refleja directamente en la inversión privada en proyectos que podrían generar empleo, aumentar la producción nacional y dinamizar sectores estratégicos, se retrasan o se cancelan.
Por otra parte, la inversión pública enfrenta un doble desafío. Aunque el Estado trate de simular y estimular la economía a través de gasto en infraestructura y servicios que en la actualidad es la más baja de los últimos 20 años, la eficacia de estas inversiones se ve limitada si la iniciativa privada no acompaña este impulso. La sinergia entre inversión pública y privada es fundamental; sin ella, los efectos de corto plazo se diluyen.
Por su parte, la inversión pública, aunque intenta compensar esta debilidad mediante proyectos de infraestructura y programas sociales, no logra por sí sola activar la economía a corto plazo. Sin la participación activa del sector privado, los efectos sobre la producción y el empleo son limitados. En este contexto, la trampa de liquidez se convierte en un círculo vicioso: la baja demanda agregada desincentiva la inversión, y la falta de inversión mantiene la demanda estancada.
En la senda del horizonte los efectos de esta situación se reflejan de inmediato y están bien diferenciados, los resultados de esta trampa de liquidez se traducen en un crecimiento económico más lento, empleo insuficiente y una menor generación de ingresos tributarios y fiscal, lo que a su vez restringe y limita la capacidad del gobierno de reinvertir en programas de desarrollo para el país.
Además, la dependencia excesiva de la inversión pública para impulsar la economía puede generar presiones fiscales insostenibles, si no se acompaña de un clima propicio para la inversión privada, el exceso de liquidez ociosa en el sistema financiero puede alimentar expectativas de inflación o presionar los tipos de cambio complicando aún más la gestión económica.
La República Dominicana necesita políticas públicas que incentiven y devuelvan la confianza de los inversionistas tanto locales como internacionales, hay reducir o disminuir la incertidumbre y canalicen la liquidez hacia actividades productivas. Esto no solo implica medidas y políticas económicas monetarias, sino también estabilidad fiscal, transparencia en la gestión y gasto público y estímulos específicos a sectores estratégicos. Solo así se podrá romper la trampa de la liquidez y maximizar los efectos positivos de la inversión combinada, incluso en el mediano plazo.
Mientras tanto el flujo de efectivo o dinero siga preferido en forma líquida y la inversión privada se mantenga cautelosa con timidez los efectos en el corto y mediano plazo la economía dominicana tendrá una desaceleración, que si se prolonga por un tiempo considerado tendríamos momentos de turbulencia e incertidumbre y las inversiones seguirán siendo reducidas o limitadas.
La llave está en restaurar la confianza y alinear las políticas públicas con incentivos sectorizados y diferenciados para la iniciativa privada, generando un círculo virtuoso de inversión, crecimiento y desarrollo económico.
sp-am
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