Venezuela vive una coyuntura decisiva. Tras las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, en las que la oposición encabezada por Edmundo González Urrutia como presidente y María Corina Machado como vicepresidenta obtuvieron un triunfo contundente, que sin embargo, el régimen de Nicolás Maduro se negó a reconocer torciendo descarada y dictatorialmente los resultados, consumando un fraude que prolonga su permanencia en el poder, al este ser proclamado como el ganador de dichos comicios sin presentar las actas correspondientes que justificaran esa fraudulenta proclamación.
Por un desenlace
Hoy, Machado no lucha por elecciones libres —esas ya se ganaron— sino por un desenlace que permita a ella y a González Urrutia tomar posesión de los cargos que el pueblo les otorgó en las urnas. La batalla se ha trasladado al terreno internacional, donde la presión de Estados Unidos se intensifica con el despliegue de fuerzas navales y militares frente a las costas venezolanas, exigiendo la salida inmediata de Maduro.
El dictador, sostenido por una estructura de represión y corrupción, enfrenta su mayor desafío. Washington acusa al régimen de vínculos con el narcotráfico y el terrorismo y de haber convertido a Venezuela en un santuario de redes criminales. La presencia de portaaviones y destructores estadounidenses en el Caribe no es un gesto vacío: es un ultimátum que busca quebrar la resistencia del castrochavismo y abrir paso a la transición democrática.

La esperanza de millones de venezolanos
Mientras tanto, Machado y González Urrutia encarnan la esperanza de millones de venezolanos. Su victoria en 2024 fue clara y legítima, pues las actas recopiladas por la oposición demostraron la contundencia de la victoria, y la ciudadanía aguarda el momento en que puedan asumir formalmente sus cargos. Para la oposición, el desenlace no es negociable: se trata de restaurar la soberanía popular y poner fin a un régimen que ha destruido la economía, las instituciones y la vida cotidiana de los venezolanos. El futuro inmediato se debate entre la salida pactada de Maduro bajo presión internacional o un desenlace abrupto marcado por la fuerza.
Expectativa que desespera
Lo cierto es que el reloj político corre, y cada día que pasa aumenta la expectativa de que Venezuela finalmente recupere la libertad y la dignidad que le fueron arrebatadas poniendo punto final, al largo sufrimiento al que ha sido sometida durante más de dos décadas bajo las botas opresoras del llamado Socialismo del Siglo 21 inaugurado por el populista mesiánico, Hugo Chávez Frías y secundado por su hijo putativo, Nicolás Maduro Moros.
jpm-am
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