EL AUTOR es financista, supervisor bancario y consultor privado, ex superintendente de Bancos. Reside en Santo Domingo.
Cuando se habla del tema eléctrico en República Dominicana, todos saben perfectamente el “Que” (se fue la luz, fallo la energía se produjo un apagón …. ) pues lo sufren en carne propia día a día. Unos pocos lo mitigan comprando plantas eléctricas, inversores, paneles solares etc. pero a la inmensa mayoría le afecta en extremo, mientras, paradójicamente, las facturas eléctricas llegan cada vez más caras y el suministro de luz sigue siendo deficiente.
Casi todos saben perfectamente “Por qué es lo que es” pero prefieren ignorarlo por lo intrincado, sensible, delicado y politizado del tema y porque su solución requiere de complicados consensos políticos, ya que el proceso de solución transitaría
por varios periodos de gobierno y todos sabemos lo precario del concepto “Continuidad de Estado” en nuestro querido país.
Es vital ese entendimiento, igual que la asunción de esos riesgos. De hecho, son una condición sine qua non para poder llegar a una solución definitiva.
En estas entregas expondré mi entendimiento del “Por qué es lo que es” y luego sugeriré una dirección a seguir para llegar al “Como resolver”. Lo haré aplicando sentido común, sin tapujos ni malquerencias, siguiendo exclusivamente los dictados de mi conciencia, mi libre albedrio y pensando solo en el interés nacional.
Por qué sigue siendo lo que era.
En 1999 se desintegró verticalmente la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE). El inadmisible deterioro del sector, caracterizado por interminables apagones, una administración deficiente, a menudo corrupta y altamente politizada, su dependencia de cuantiosos subsidios del Estado y la insostenible demanda de enormes inversiones que se ejecutaban sin crear valor, exigían un gran cambio en el modelo de negocios.
El Estado era el garante solidario de millonarios préstamos para mejorar un sistema eléctrico que cada día ofrecía un servicio más precario. Todos señalaban la deficiente administración de los gobiernos como la culpable de esos males y se demandaba, casi se clamaba, por su privatización, concepto que se había puesto de moda con la llegada al poder en los Estados Unidos, de Ronald Reagan, y lanzado oficialmente unos años después en el llamado Consenso de Washington.
A finales de los años 90, en un intento por remediar la situación se inició el llamado proceso de capitalización del sector eléctrico, que tuvo como eje central la eliminación de la antigua estructura de integración vertical de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE) y la creación de un Sistema Eléctrico Nacional Interconectado, en lo adelante SENI, dividido en 4 grandes jugadores:
- Las empresas Generadoras, en lo adelante EGE
- La empresa Trasmisora, en lo adelante ETED
- Las empresas Distribuidoras, en lo adelante EDE
- Y las Comercializadoras, función que también asumieron las EDEs
Todo el tinglado, regido unos meses después por la Ley General de Electricidad 125-01, una ley marco y sin reglamentos para su aplicación efectiva. Según dicha ley, la ETED y la EGEHID (Empresas generadoras de energía hidráulica) son un monopolio del Estado por temas de seguridad nacional.
Sin entrar en detalles sobre el proceso de capitalización del sector eléctrico, debemos señalar que su principal falencia no fue la des verticalización per se, sino hacerlo mediante la creación de una cadena de valor con 4 segmentos donde solo dos eslabones de la cadena eran rentables (EGEs y la ETED) mientras los dos eslabones más importantes eran deficitarios crónicos y dependían de grandes subsidios del Estado, cuyos montos eran “negociados” mensualmente en base a criterios difícilmente verificables y mucho menos auditables, para compensar a las EDEs por la energía servida y no cobrada, principalmente en los barrios carenciados.
La rentabilidad de la Distribución y la Comercialización, además de los cuantiosos subsidios del Estado dependería de grandes inversiones en redes, transformadores, redistribución de circuitos, repotenciación de subestaciones, medidores inteligentes etc. y muy especialmente de voluntad política militante para perseguir el fraude. Sin esas inversiones y sin esa voluntad política militante, las Distribuidoras eran una propuesta perder perder.
Ocurrió lo que era previsible
Conociendo la experiencia de otros países con algunos de los “inversionistas” que ganaron licitaciones sobre bases que ellos habían diseñado a su medida, ocurrió lo que era previsible. Además de no hacer las inversiones necesarias para dimensionar eficientemente la Distribución, sobredimensionaron el fraude eléctrico para cobrar los cómodos subsidios que pagaba el Estado.
El resultado final del llamado proceso de capitalización no pudo ser peor, la historia está ahí y no miente. Sin embargo, al analizar las grandes fallas de origen del proceso de capitalización, resulta más sensato concluir, que pagamos la novatada.
Los supuestos capitalizadores de las dos EDEs más importantes, no cumplieron haciendo las inversiones requeridas y la tercera EDE adjudicada era y sigue siendo la cenicienta del sector. Esto, entre otras cosas, explica fehacientemente lo que padecemos hoy.
Así la llamada capitalización se convirtió en depredación y saqueo en dos de las Distribuidoras supuestamente capitalizadas.
Donde hay rentabilidad se invierte
Sin embargo, en las EGEs, el sector privado hizo grandes inversiones para diversificar la matriz de generación, reducir la dependencia de combustibles fósiles y fomentar la producción de energía limpia, con el objetivo de optimizar el costo variable de generación por KWH.
Con ese propósito se incorporaron, en los últimos 20 años, parques eólicos y fotovoltaicos, se construyeron plantas de carbón, gas natural y biomasa, se crearon incentivos para energía solar, se convirtieron plantas que operaban con fuel oil para que pudieran usar gas natural, se construyó un gasoducto privado como apoyo a esas iniciativas y adicionalmente el Estado construyó una generadora a carbón en Punta Catalina. Gracias a esas inversiones se pudo bajar sustancialmente el costo variable por KWH.
Dicho metafóricamente, el SENI terminó siendo un vehículo con las ruedas traseras nuevas y en perfecto estado (las EGEs), mientras las ruedas delanteras, las que trazan la dirección, seguían lisas y algunas marchaban en reversa (las EDEs).
Obviamente, añadir más gomas nuevas traseras (nuevas generadoras) podrá aliviar los síntomas de corto plazo, pero la enfermedad seguirá activa y se hará crónica, como en efecto ha ocurrido. Ese comportamiento cortoplacista solo ayuda a que el sector eléctrico se siga comportando como una orquesta sinfónica donde los principales instrumentos están desafinados o inservibles. En un ambiente así, no hay director de orquesta que pueda lograr ritmo y mucho menos armonía.
Eso explica, en gran medida, el caos en la Distribución, el incremento en la insatisfacción de los usuarios y el aumento de los fraudes, ya que su ineficiente dimensionamiento no contribuye a paliar la situación, más bien la empeora. A modo de simple ejemplo:
El Valor Agregado de Distribución (VAD) que las autoridades del sector autorizan a las EDEs incluir en el tarifario, se determina asumiendo un sistema eficientemente dimensionado.
Esto se hace para obligar a las Distribuidoras a invertir en eficiencia y significa que, si no se hacen las inversiones necesarias para dimensionarlo eficientemente, ese VAD siempre será insuficiente y la Distribuidoras siempre serán deficitarias.
El daño mayor
Pero independientemente de esos detonantes, el daño mayor se hizo durante la administración de una de las supuestas empresas capitalizadoras. Esas EDEs, adjudicadas en la capitalización a empresas internacionales, además de sobredimensionar los fraudes, no invirtieron para evitarlos.
Para esos supuestos inversionistas, resultaba más rentable sobredimensionar el fraude eléctrico y cobrar al Estado dominicano cómodos y crecientes subsidios, además de sacrificar grotescamente el interés del Estado como socio igualitario, ya que ellos eran los gestores administrativos.
Amenazas de demandas y tensiones diplomáticas
Con ese propósito perpetraron un rosario interminable de irregularidades en detrimento del interés del Estado, hasta que a finales de 2002 fueron puestas al descubierto y unos meses después decidieron marcharse del país, luego de amenazar con demandas legales en tribunales de arbitraje internacional y de serias tensiones diplomáticas, nunca divulgadas oficialmente, entre Republica Dominicana y su país de origen.
Finalmente, el estado terminó adquiriendo el 100% de las tres EDEs con la cuestionable ventaja de que los crecientes subsidios ahora se los otorgaba a sí mismo y no a una empresa internacional depredadora y dolosa. Debo, sin embargo, reconocer, paradójicamente, que la cenicienta de las Distribuidoras, concesionada a otra multinacional, mantuvo una conducta de negocios con adecuados niveles de cumplimiento y ética.
En la actualidad el Estado posee el 100% de las tres EDEs, las cuales son deficitarias por nacimiento y origen, es dueño totalitario de la ETED y de la EGEHID (Empresa Generadora Hidráulica) y posee interés minoritario en algunas EGEs privadas.
El Estado se quedo con los huesos del sistema
Dicho más claramente, tiene el 100% de los huesos del SENI en las tres EDEs, el 100% de las ETED y las EGEHID que son razonablemente rentables y algún interés minoritario en el filete del sector que son las EGEs privadas, excepto en la generadora Punta Catalina donde posee el 100% de sus acciones siendo esta una de las generadoras que sirve energía con más bajo costo variable del sector y aun así aporta enormes dividendos a su único dueño: El Estado Dominicano.
Importante enfatizar que la ETED, como señalamos arriba, es razonablemente rentable, pero su sostenibilidad depende de un Valor Agregado de Transmisión (VAT o peaje de transmisión) que inexplicablemente se ha mantenido fijo durante los últimos cinco años.
Esto le dificulta a esa empresa estatal hacer las provisiones necesarias del costo de oportunidad de los reemplazos, dar mantenimiento adecuado a sus líneas de alta tensión y hacer las adiciones que correspondan en función del crecimiento de la demanda.
Esta situación coloca a la ETED en peligro de convertirse en deficitaria e ineficiente, tal y como ha ocurrido con las EDEs. Si eso llegara a ocurrir, ya no estaremos hablando del problema eléctrico, estaremos hablando del colapso total del sistema.
No se necesitan conocimientos técnicos para entender que, en cualquier sistema, sea eléctrico o de cualquier índole, si una sola pieza del engranaje no funciona, el sistema completo tarde o temprano colapsa. Algo así le está ocurriendo al sector eléctrico y resulta obvio que solo poniendo a funcionar adecuadamente las piezas dañadas e impidiendo que se dañen otras, el sistema fluirá adecuadamente.
(Continuará..)
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