A casi cuatro años de gestión, el presidente Luis Abinader enfrenta un dilema que podría definir su legado: actuar con firmeza para corregir las fallas de su equipo o permitir que el desgaste político diluya la promesa de cambio con la que llegó al poder. La falta de reacción ante las promesas incumplidas y el silencio frente a denuncias graves están debilitando su promesa de cambio que prometió durante su campaña.
Aunque ha logrado importantes avances en áreas como la pandemia, la economía y la institucionalización de mecanismos anticorrupción, los retrasos, las omisiones y el silencio ante las críticas han comenzado a pasar factura. Y lo peor: muchos de sus colaboradores parecen no estar en sintonía con sus intenciones.
Funcionarios sordos ante la realidad
Algunos ministros y altos cargos parecen más enfocados en intereses particulares o lealtades empresariales que en resolver los problemas de fondo. Esa desconexión se traduce en una gestión que, para muchos ciudadanos, sigue sin mostrar obras visibles ni soluciones concretas.
Casos de agentes policiales implicados en delitos, desde contrabando hasta narcotráfico, generan alarma.
La falta de respuestas institucionales frente a estas denuncias mina la confianza. Del mismo modo, las amenazas de huelgas por parte de maestros y médicos, exigiendo el cumplimiento de acuerdos, dejan ver una administración que no termina de cumplir compromisos esenciales.
Promesas atrapadas en la burocracia
En los barrios más vulnerables, la gente sigue esperando agua potable, energía confiable y mejores caminos. Las promesas chocan con los reclamos de ciudadanos por obras que no llegan y servicios que no mejoran; a esto se suma un silencio preocupante de funcionarios que no han salido a desmentir las denuncias de organismos Internacionales, que acusan al gobierno de uso excesivo de la fuerza, violencia sexual, hacinamiento carcelario, trato inhumano, mujeres embarazadas y menores. ¿Dónde están las voces del gobierno para defender su gestión?
La lucha anticorrupción necesita coherencia
El mandatario ha impulsado mecanismos importantes para Transparencia y Anticorrupción (SNTA), canalizando decenas de casos al Ministerio Público. Sin embargo, la falta de acciones ha generado sospechas. El discurso del cambio pierde fuerza cuando no se aplica con la misma firmeza dentro del círculo de poder.
Las reformas en salud, educación e infraestructura, avanzan con lentitud. La ciudadanía lo percibe y se impacienta. Eso se refleja en los crecientes cuestionamientos, incluso desde sectores que antes apoyaban al Gobierno.
El cambio no se gobierna solo
Luis Abinader ha demostrado capacidad para liderar en momentos difíciles. Su popularidad, aunque todavía sólida, no es garantía ante la pasividad de su gabinete. No es un hombre orquesta, ni puede asumir todas las batallas solo. Para que el cambio sea verdadero, necesita rodearse de funcionarios valientes, competentes y comprometidos.
Es hora de mover la palanca del cambio, señor presidente. No hacerlo, sería permitir que la inercia y la mediocridad echen por tierra una oportunidad histórica de transformación nacional.
En agosto: ¡presidente remueva la palanca con fuerza! – cambiando a los funcionarios ineptos e incapaces para que pueda cumplir con la promesa del cambio.
jpm-am
Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.