Bombardeos en el Caribe, recorte de ayudas a Colombia y nuevas amenazas a Maduro difuminan la línea entre la lucha antidrogas y el cambio de régimen.
El presidente Donald Trump ha intensificado su ofensiva en América Latina bajo el argumento de combatir el narcotráfico, pero sus acciones recientes han despertado fuertes críticas y preocupación internacional. Lo que comenzó como una operación antinarcóticos contra embarcaciones sospechosas en aguas del Caribe se ha transformado, según expertos, en una campaña política con tintes de intervención directa en los asuntos internos de varios países.
Durante las últimas siete semanas, fuerzas militares estadounidenses han ejecutado ataques aéreos que destruyeron siete embarcaciones y dejaron al menos 32 personas muertas, de acuerdo con cifras oficiales. Los bombardeos, justificados como parte de un plan para detener el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, ahora parecen dirigirse contra gobiernos considerados adversarios de Washington.
El más reciente blanco de la retórica presidencial es Gustavo Petro, presidente de Colombia y exguerrillero de izquierda, a quien Trump calificó en redes sociales como “líder ilegal del narcotráfico”. En el mismo mensaje, el mandatario estadounidense amenazó con recortar toda la ayuda económica y militar a Bogotá y tomar “acciones unilaterales” si Petro no cerraba de inmediato los llamados “campos de la muerte”.
El tono de las declaraciones sorprendió a muchos en la comunidad diplomática, ya que Colombia ha sido históricamente uno de los aliados estratégicos más importantes de Estados Unidos en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico. Convertir a un socio clave en objetivo político marca un giro drástico en la política exterior norteamericana.
Simultáneamente, el gobierno de Trump ha intensificado sus ataques contra el presidente venezolano Nicolás Maduro, bajo la justificación de combatir redes de narcotráfico ligadas al régimen de Caracas. Sin embargo, antiguos funcionarios y analistas en seguridad sostienen que la frontera entre la guerra antidrogas y la búsqueda de un cambio de régimen se está volviendo cada vez más difusa.
Expertos señalan que esta escalada militar podría desestabilizar aún más la región, donde las tensiones políticas y sociales ya son elevadas. “Lo que comenzó como una operación contra el narcotráfico ahora se percibe como una estrategia de presión política y castigo selectivo”, comentó un exfuncionario del Departamento de Estado citado por medios estadounidenses.
Con una mezcla de sanciones, ataques aéreos y amenazas diplomáticas, la Casa Blanca parece estar delineando un nuevo mapa de poder en el hemisferio. Mientras tanto, en Bogotá y Caracas, los gobiernos afectados responden con cautela y denuncian ante la comunidad internacional lo que califican como una agresión encubierta bajo el discurso de la seguridad regional.