Por: Javier Fuentes
Esta tercera entrega de la serie sobre el rearme europeo impulsado por Estados Unidos. (https://elnuevodiario.com.do/trump-necesita-el-rearme-de-europa-para-ir-por-china/). Fue replanteada tras las declaraciones del ministro chino Wang Yi a los medios de comunicación.
Y, dado la misma, consideré no profundizar con cifras y datos adicionales, ya que su palabra ofreció evidencia de que EE.UU. y China están inmersas en una gran confrontación.
Los hechos son los siguientes: La última cumbre de la OTAN, la conversación Trump-Putin, el encuentro Kaja Kallas-Wang Yi, la denuncia de Von der leyen contra Pekín y lo acordado en la reunión del bloque BRICS+, en Brasil; nos ofrecen los insumos necesarios para comprender el cuadro geopolítico mundial.
Los mismos hablan claro que no estamos ante una hipótesis, sino frente una confirmación.
“China no puede permitirse que Rusia pierda la guerra.”
Esta declaración opera como máxima jurídica: “A confesión de parte, relevo de pruebas.”
Lo que antes se analizaba a partir de indicadores y conjeturas, hoy se expone como evidencia irrefutable.
Lo interesante
Pero lo interesante en esta trilogía de artículos es advertir: la guerra Rusia-Ucrania no es un conflicto regional, sino un eslabón de la cadena geoestratégica global.
Por consiguiente al saber esto el rearme europeo es inminente, aunque se pierda soberanía.
Por ello, Trump le hace presión para que asuma mayor responsabilidad financiera militar.
Esto implica que Estados Unidos se vuelque de lleno al Indo-Pacífico, donde hoy, se está redefiniendo el centro del poder mundial.
En tanto en las retóricas de ambas potencias se encuentra la ficha clave del tablero. Primero: contener a Rusia reforzando un frente militar Occidental.
Lo segundo: Que China pueda evitar que el oso herido caiga por completo.
Esa lógica se entiende mejor, a la luz, de lo expresado por el ministro chino, bajo presión europea de que Pekín actúe como mediador frente a Putin.
La exigencia —europea— lo obligó a quitarse la careta de neutralidad y revelar una verdad contundente. No solo a Occidente, sino al mundo. Wang Yi. Dijo: “Si Rusia pierde, Estados Unidos vendrá con todo contra China.” (El Mundo, 4/7/2025)
La certeza de esta afirmación rompió cualquier ambigüedad diplomática y dejó al descubierto el verdadero sentir chino. Infiriendo la profundidad del rearme europeo y la visión estratégica de Pekín.
China sabe que Ucrania es apenas la primera trinchera de una guerra directa-proxy, para mantener a Moscú —un peón funcional— como actor bélico activo, que permite desviar la atención del Pentágono.
La exigencia por la reconfiguración militar de Europa no es solo una jugada táctica: es parte del ajedrez global que ya se despliega en dirección: Indo-Pacífico.
Trump lo sabe. Europa lo sospecha. China lo teme.
Lo que está en juego es la nueva arquitectura del poder mundial.
No estamos ante una suma de guerras aisladas, sino en presencia de un único conflicto sistémico, fragmentado en múltiples escenarios. (https://almomento.net/trump-necesita-el-rearme-de-europa-para-ir-por-china-2-de-3/). Citaré ejemplos veamos: Polonia invierte el 4 % de su PIB en defensa, pero lo hace adquiriendo armamento estadounidense.
Alemania reactiva su industria militar —Leonardo, Rheinmetall AG, entre otras—, pero equipa su fuerza aérea con F-35.
Suecia invierte en defensa —Saab y GlobalEye—, pero bajo cláusulas operativas de la OTAN.
Suiza privilegia comprar F-35. Y a todo esto hay que agregar los acuerdos de los otros países e India en la modernización y pactos estratégicos militares.
Y si miramos hacia el futuro, Europa pagará un 3.5 % del PIB en defensa, con un tope de aumento del 5 % hasta 2030.
El balance cuantitativo refleja más que capacidad: revela intención, presión y dependencia.
Las cifras nos permiten proyectar el gasto militar por bloque, equivalente al 5 % del PIB hasta 2030:
OTAN sin EE.UU. = $1,345,690,800,000
China + Rusia = $1,295,000,000,000
Diferencia a favor de la OTAN sin EE.UU. = $50,690,800,000
OTAN con EE.UU. = $2,870,690,800,000
China + Rusia = $1,295,000,000,000
Diferencia a favor de la OTAN completa = $1,575,690,800,000
Los datos evidencian la creciente capacidad de contención de la OTAN, sin Estados Unidos.
Lo que justifica la exigencia “Trumpyana”.
Con ese incremento sostenido del gasto militar, orientado a un conflicto híbrido-convencional —sin recurrir al armamento nuclear—, la superioridad resulta evidente.
Aun así, no podemos perder de vista —y lo subrayo— que los grandes beneficiarios de este rearme global serán las industrias militares estadounidenses.
Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman, Boeing, General Dynamics, Boston Dynamics, entre otras, encabezan los contratos multimillonarios firmados con países europeos.
Las industrias del viejo continente, en comparación, juegan un rol secundario.
Según el SIPRI, en 2024 Estados Unidos concentró el 37 % del gasto militar global, superando los 900 mil millones de dólares.
Europa, en conjunto, no alcanzó el 13 %. China 12%, Rusia 5%.
Pero la meta de Trump es clara: que el viejo continente se blinde con armas estadounidenses, mientras el Pentágono redirige su atención estratégica al Indo-Pacífico.
Desde el pacto AUKUS con Australia y Reino Unido, hasta las alianzas bilaterales con Japón, Corea del Sur, Vietnam e Indonesia, Trump ha reconstruido un cinturón defensivo y ofensivo en torno a China.
Estados Unidos, en la hibridación de la guerra, ha endurecido las restricciones a los semiconductores avanzados, inteligencia artificial, baterías y chips.
A la par, promueve la relocalización industrial en México, India y América Latina.
China, por su parte, controla el 60 % de las tierras raras (galio, germanio, neodimio, litio…), fundamentales para misiles, turbinas y microchips, y el 80 % del procesamiento mundial.
Si Pekín cierra ese grifo, “Occidente tiembla”.
De ahí el nearshoring estadounidense y las nuevas exploraciones mineras.
En el plano financiero, China impulsa una arquitectura económica alternativa: BRICS+. Los bancos paralelos —el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), el AIIB— y los acuerdos bilaterales “sin dólares”, mediante un “yuan digitalizado u otra divisa” y un nuevo sistema tipo SWIFT, están redibujando las reglas.
Conviene hacer un paréntesis y preguntarnos: ¿cómo es posible que la India forme parte de los BRICS+? Esa interrogante la abordaré en un artículo especializado sobre el nuevo rumbo geopolítico y económico estratégico de india
Todo esto tiene peso diplomático en los organismos internacionales, y también a la hora de establecer alianzas militares.
Lo económico determina o condiciona lo político.
Hoy China no necesita tanques para ir moldeando el mundo; le basta con puertos, deuda e infraestructura.
En 2025, China, Rusia e Irán realizaron ejercicios militares conjuntos en el golfo de Omán.
Luego celebraron en Pekín una cumbre anti-OTAN con los ministros de Defensa.
El triángulo Moscú–Pekín–Teherán ya no es una teoría: es una coalición visible.
Por eso, se entiende que ambos países condenaron el bombardeo.
En tanto, en el extremo norte del tablero, otro movimiento se está gestando…
Trump refuerza la frontera ártica: considera a Groenlandia un activo geopolítico estratégico, para establecer nuevas rutas marítimas con el deshielo polar y posicionar el Ártico como escenario emergente de poder económico y militar.
Groenlandia es rica en uranio, zinc, cobalto y tierras raras.
Su interés no es solo minero, también por su ubicación privilegiada para monitorear el Atlántico Norte y al espacio euroasiático ártico.
Trump lo sabe y actúa.
Aunque América Latina queda fuera del debate estratégico —aun siendo Brasil miembro fundador de los BRICS+—, está dentro del cálculo imperial.
Trump observa hispanoamérica como reserva de litio, energía, alimentos y rutas bio-oceánica.
China ya no avanza en silencio: construye puertos, financia gobiernos, compra tierra. Y ha empezado a dejar sentir su voz.
En ese marco global, la frase “Trump camina hacia Shanghái” dejó de ser una metáfora. Se ha convertido en un proceso activo, verificable y estratégico.
No con discursos, sino con tratados, sanciones, bases militares, amenazas tecnológicas y alineamientos defensivos.
Así que la pregunta de hoy no es si EE.UU. irá contra China, sino dónde y cómo lo está haciendo: ¿por vía económica?, ¿marítima?, ¿cibernética?, ¿territorial? Y la peor bélica.
En todo esto hay otro eslabón de importancia apocalíptica: Taiwán, que sigue siendo un punto tenso de ese mapa. Obligando a China a multiplicar ensayos militares, ampliar su arsenal nuclear, desarrollar misiles hipersónicos y ejecutar simulacros de bloqueo naval.
“La mayor amenaza no es una guerra declarada, sino una colisión no gestionada entre grandes potencias”, advirtió Zbigniew Brzeziński.
Actualmente, esa advertencia se siente menos académica y más profética.
Europa, madre de imperios, estaba cómoda discutiendo economía verde (metas ecológicas). Trump la ha despertado, en un mundo que militariza rutas comerciales, fortifica fronteras tecnológicas y se re-configura para un conflicto que ya no es opción, sino variable estructural de un Nuevo Orden Global XXI.
En este ajedrez: Europa es torre; Rusia, peón inmolado; China, rey sin corona; EE.UU., jugador y juez; América Latina y África: los tableros.
Y la partida ya está en curso.
El rearme de Europa es imperativo para EE.UU., que no puede mirar atrás y necesita una retaguardia segura mientras su arsenal apunta al Pacífico.
Porque allí se juega el liderazgo del siglo XXI y el próximo XXII.
La brújula ya no señala Berlín-Moscú. Señala, sin rodeos, el mar de la China Meridional.
El siglo XXI tendrá un dueño. Y no lo decidirán las urnas, ni los parlamentos, sino los puertos, los cables, los chips, la inteligencia artificial, la cuántica y los satélites.
China lo sabe. Estados Unidos también.
jpm-am
Trump no está esperando que suceda: ya comenzó a moverse.
Y la única pregunta es ¿cuándo llegará…?
Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.