Contrario a lo que ocurrió en otros tiempos no lejanos con mayor acentuación, en una porción significativa de habitantes de nuestra media isla, prevaleció la creencia de que movilizar la imagen de la virgen patrona o protectora del pueblo dominicano de sus santuarios habituales implicaba exponerse al surgimiento de una tragedia de desastrosas consecuencias.
Así se advierte en un corto y curioso relato, singular y gracioso, expuesto por el acucioso y expresivo maestro de la abogacía y con un fascinante dominio de la oratoria edificante, doctor Marino Vinicio Castillo Rodríguez, en su interesante obra titulada Reminiscencias de Vincho, publicado en abril del 2024.
Como aparente punto de partida para sustentar la referida creencia popular, el hoy paradigmático jurista francomacorisano realiza una remembranza sobre una experiencia vivida en el año 46 del pasado siglo, en la capital dominicana, cuando disfrutaba a plenitud su adolescencia.
Recuerda que, para entonces, en la hoy avenida del puerto, en la cercanía del puerto del Ozama, “…se celebraría la llegada de la primera nave del Descubrimiento, donde se escenificaría el amarre de Las Carabelas en la legendaria Ceiba de Colón”.
Como parte del esplendor de la actividad se resaltaba la presencia de la imagen de la Virgen de las Mercedes y la participación de treinta jóvenes de la ciudad Primada de América ataviados con trajes de marinería de la época.
Como señal de bienvenida al temido generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, ejecutivo de la nación, quien presidiría el concurrido acto, empezaron a escucharse los veintiún cañonazos estipulados por el protocolo oficial desde las corbetas de guerra ancladas en el muelle capitalino.
Destaca el elocuente abogado Castillo Rodríguez que una multitud impresionante, “vibraba en aplausos y vivas”, al severo gobernante sancristobalense y que curiosamente llegó a los alrededores del grupo de amigos que le acompañaba en el acto “…una señora, entrelazando un rosario en las manos”.
Apunta el discado jurista que entre los resabios por la dama en cuestión se escuchó pronunciar expresiones como esta:
– “¡Esto no puede ser! A la Virgen de las Mercedes no se le mueve de su santuario, !Hay que ir donde ella y no moverla! Las veces que se ha hecho, pasa algo malo. ¡No Señor! ¡No se puede traer del Santo Cerro para ponerla a participar en esta fiesta!”.
Cuenta el doctor Marino -Vincho- Castillo Rodríguez que, ante la tanta insistencia de la doña chillona, José Nazario Brea, quien formaba parte del grupo de compañeros presentes en el encuentro se vio en la necesidad de expresarle en voz baja:
– “!Vieja cállese, mire que ahí está el presidente!
No bien terminada de oírse la atinada observación, la escandalosa y extrovertida señora replicó a viva voz:
– “!Señores, esto no es cuestión de política, esto es de nuestra fe!. ¡A la Virgen hay que reverenciarla, pero en su sagrado templo”!
Ante la fanática religiosa y sus categóricos señalamientos, algunos de los asistentes a la actividad protocolar, como había de esperarse, empezaron a dispersarse atendiendo al llamado mandato de la prudencia.
Concluida la ceremonia, resalta el doctor Castillo Rodríguez en su citado libro que “…volvimos a la casa y al sentarnos a la mesa, comenzó a temblar la tierra en forma pavorosa”.
En torno a aquella vivencia inesperada, apunta de manera precisa y contundente el experimentado y polémico profesional del Derecho y la Política que “…era el 4 de agosto y el terremoto de tal día fue tremendo, de 8 en la Escala de Richter”, lo que obligó a su apreciado amigo José Nazario Brea a exclamar:
-“¡La vieja lo dijo, la vieja lo dijo!”.
El terremoto de 1946
Según informaciones del Centro Nacional de Sismología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD-, el 4 de agosto de 1946 ocurrió el terremoto más grande de la historia sísmica instrumental de La Hispaniola, con una magnitud de 8.1 y una intensidades de X y XI en la escala Mercalli Modificada.
Lo más importante de este terremoto fue el tsunami que se generó a raíz de la sacudida sísmica, teniendo como punto céntrico el poblado de Matancita en la hoy provincia María Trinidad Sánchez,
Nagua, fue arrasado totalmente por las olas gigantescas que alcanzaron más de 9 pies de altura; penetrando hasta 2 kilómetros hacia tierra, quedando de unas 300 casas construidas de maderas solo 8, las demás fueron despedazadas.
Los pueblos de Cabrera, Nagua y Sánchez quedaron sin comunicación al derrumbarse varios puentes.
La cantidad de escombros era enorme, hombres y mujeres como también animales formaron parte de estos, al quedar sepultados.
La totalidad de los cadáveres no fue posible rescatar (aunque se estima más de 1,000 personas) por la Marina de Guerra, que hizo todo lo que estaba a su alcance.
Los temblores no dejaban de suceder y el luto de toda la nación crecía, se encontraban cada día más muertos.
En varios puntos de la región Noreste del país la tierra se abrió y en Moca, el Palacio Municipal y el mercado público se desplomaron.
Algo similar también ocurrió con la casa Consistorial, el Club Rotario, la Glorieta del parque Mon Cáceres y las Torres de las Iglesias.
En Santo Domingo, capital de la República, el muelle se agrietó y fueron tantos los daños materiales, las pérdidas de vidas humanas y las expresiones de dolor y tristeza, que por un considerable tiempo prevalecía un ambiente desolador y luctuoso.
En San Francisco de Macorís el Templo Católico la iglesia Nuestra Señora de la Mercedes, el local del Partido Dominicano y comercios sufrieron graves daños al ser azotados por la furia del terremoto.
En Santiago de los Caballeros un almacén se desplomó; el canal Presidente Trujillo fue severamente dañado.
A manera de conclusión…
Conforme al ameno, franco y curioso relato reproducido en estos párrafos y sobre todo, atendiendo a la insistencia y el convencimiento religioso puesto de manifiesto por la señora religiosa en referencia, fiel creyente de la Virgen de la Mercedes, como final de este compartir, quizás valga la pena concluirlo reproduciendo la máxima popular que obliga a tener presente que “en este mundo de Dios, nada es verdad, nada es mentira, todo depende el color del cristal con que se mira”.
¿Qué le parece…?
jpm-am
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