El sobresaliente patriota Francisco del Rosario Sánchez fue una de las muchas víctimas de la cerrazón mental que caracterizó al caudillo de horca y cuchillo Pedro Santana Familias, personaje que él denunció el 20 de enero de 1861, desde su exilio en la isla caribeña Saint Thomas, que iba a cercenar en breve la soberanía dominicana. Lo describió como “el enemigo de nuestras libertades, el plagiario de todos los tiranos, el escándalo de la civilización…”
La intrepidez patriótica de Francisco del Rosario Sánchez comenzó antes de proclamarse la Independencia Nacional. El 12 de octubre de 1843 tuvo que ocultarse, a la llegada a Santo Domingo del presidente haitiano Charles Hérard.
En sus Apuntes para la historia de los Trinitarios José María Serra de Castro describe el gran interés mostrado por ese terrible gobernante extranjero para que sus secuaces capturaran o mataran a Sánchez. El prócer que anotó muchos hechos vinculados con Duarte y sus partidarios agregó que lo que lograron fue “anticiparle celebridad y ganarle prestigio”.
Las acciones emprendidas por Sánchez desde la misma noche del 27 de febrero de 1844 hasta su “Gólgota: el cadalso de San Juan”, son las pruebas palpables de que nunca desertó de sus ideas trinitarias.
Nicolás Ureña de Mendoza, educador, abogado y escritor, incardinado en el grupo conservador baecista, escribió en 1867 (23 años después de la más histórica noche de nuestros fastos redentores) que Sánchez fue visto: “arrebatado de un coraje heroico, trepar al baluarte del Conde, a plantar intrépido la bandera nacional que había de significar nuestra eterna independencia”.

Esa es la verdad, conforme a las anotaciones que con fuerza de documentos probatorios existen sobre los acontecimientos más trascendentales de esa etapa de nuestro pasado. Es la sepultura la maledicencia del erudito haitiano Thomas Madiou, empeñado siempre en torcer la realidad de los hechos concernientes a la independencia del pueblo dominicano.
Tres veces fue expulsado Sánchez del país, siendo la última vez en el 1859.Eso fortaleció más su espíritu de lucha en favor de una República Dominicana libre de cualquier yugo extranjero. Producida la anexión de la patria a España decidió abandonar su último exilio. Entró al país para contribuir a la restauración de la soberanía nacional. Lo hizo por Hondo Valle el 1 de junio de 1861, con él llegaron José María Cabral y cerca de cuatrocientos otros combatientes.
No pasó mucho tiempo para que la traición se hiciera presente en contra de Sánchez y de los demás patriotas que lo acompañaban. Sujetos como Santiago De Óleo y Romualdo Montero, entre otros, lo emboscaron a piedemonte del cerro llamado Juan de la Cruz, en la aridez del suroeste dominicano. Ahí fue herido y capturado junto a 21 de sus infortunados compañeros de ideales.
Juicio
Fueron llevados a San Juan de la Maguana donde el 3 de julio de 1861 un consejo de guerra espurio, en su definición jurídica, les hizo un juicio amañado, sin aplicación de ninguna de las variables de justicia, por órdenes del ya mencionado general anexionista Pedro Santana Familias. Esa hecatombe fue objetada incluso por comandantes de las tropas ocupantes españolas como Antonio Luzón y Antonio Peláez.
El día siguiente de esa fatídica decisión Sánchez, con 44 años de edad, y los demás patriotas que con él cayeron, fueron asesinados. Dicho así por ser el término jurídico aplicable.
Un oficial español (que distorsionó muchos hechos ocurridos en el país desde la llegada exploratoria del comisario Mariano Torrente en 1852, por mandato del entonces capitán general colonialista de Cuba Valentín Cañedo Miranda, hasta el 10 de julio de 1865, cuando salieron del territorio dominicano las últimas tropas anexionistas) tuvo que admitir que fue un tétrico simulacro el llamado juicio a Sánchez y 21 de los patriotas que con él llegaron al país para enfrentar con las armas a los ocupantes.
Así lo resumió el aludido: “Se hizo la parodia de un consejo de guerra…no hubo compasión y fueron sentenciados a muerte, ejecutándose la sentencia con circunstancias repugnantes, pues unos fueron muertos a tiros, otros a palos y otros a machetazos…” (Historia de la Dominación y Última Guerra de España en Sto. Dgo. Editora SD, 1974. P.75. Ramón González Tablas).
Es oportuno decir que aunque semanas después del fusilamiento del valiente Sánchez se hicieron algunas misas exequiales, lo cierto fue que las primeras honras fúnebres en su memoria pudieron hacerse con toda la formalidad debida, y sin escatimar los elogios correspondientes a su categoría de proceridad, seis años después, bajo el gobierno del general José María Cabral.
jpm-am
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