¿Y si el mausoleo de Moca hubiese existido?

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EL AUTOR es presidente del Frente Cívico y Social. Reside en Santo Domingo.

¿Y si el mausoleo de Moca hubiese existido? ¿Y si esa tragedia —la masacre del 3 de abril de 1805— hubiese sido honrada con un monumento digno, permanente, pedagógico? ¿Habríamos tolerado con tanta pasividad la invasión silenciosa que nos consume hoy? ¿Habríamos permitido que gobernantes, durante casi tres décadas, renunciaran sin resistencia a nuestra soberanía?

No hablamos de un símbolo cualquiera. Hablamos de la sangre dominicana derramada sin justicia. De un crimen racial cometido por tropas haitianas bajo el mando de Jean-Jacques Dessalines y Henri Christophe. Cientos de dominicanos —niños, mujeres, ancianos y hombres— fueron degollados. Las mujeres y los niños fueron encerrados en la iglesia y asesinados allí mismo. Los hombres, ejecutados públicamente en la plaza.

Así lo relató Gaspar Arredondo y Pichardo, testigo directo de aquella barbarie. Y aunque el Otsego Herald de Nueva York reportó ese mismo mes la entrada violenta de las tropas haitianas, el crimen quedó sin eco en la conciencia nacional.

¿Y qué hizo el pueblo dominicano? Nada. Dos siglos después, construimos con recursos de la nación una universidad para honrar a uno de nuestros propios verdugos: Henri Christophe. Ese acto no fue ignorancia. Fue complicidad histórica.

La historia no se borra. Se repite

Y peor aún: cuando no se enfrentan con memoria, justicia y verdad, esos mismos errores vuelven a suceder, bajo nuevas formas, nuevos rostros o nuevas circunstancias.

Porque abril —en nuestra historia— es el mes donde la sangre dominicana ha sido derramada con mayor brutalidad… y con mayor dignidad.

Abril de 1805: Moca fue masacrada.
Abril de 1965: el pueblo se alzó en defensa de su Constitución, desarmado pero invencible. Y aunque no fue gracias al esfuerzo del Estado que esta gesta se mantiene viva, aún perdura por la memoria de sus protagonistas y el compromiso de sus descendientes, que han levantado monumentos, realizado actos y, en 2007, incluso intentamos llevar esa epopeya a películas, miniseries y documentales. Fui parte de ese esfuerzo, pero nunca recibimos apoyo financiero, ni siquiera a través de los incentivos de la Ley de Cine.
Abril de 2025: una estructura colapsada se convirtió en tumba para cientos de dominicanos, víctimas de un Estado corrompido y negligente.

Todos estos crímenes comparten algo más que la fecha: comparten la impunidad. Comparten el olvido institucional. Comparten la traición.

Hoy, mientras el tema de la “invasión” vuelve a ocupar los titulares, no podemos ignorar una verdad amarga: se está poniendo en el tapete con el objetivo de desviar la atención del caso Jet Set. No es la primera vez. La clase política ha recurrido al discurso migratorio cada vez que necesita ocultar escándalos, apagar el fuego de la indignación pública o distraer a una población que empieza a despertar.

No existe verdadera voluntad de establecer el orden migratorio ni de aplicar la ley con dignidad: lo que hay es oportunismo, manipulación y cobardía.

Ambos crímenes —el de Moca y el del Jet Set— no pueden entenderse como hechos aislados. Están conectados por la impunidad, por el olvido, por una clase política sin alma y un pueblo que ha sido despojado de su memoria.

Memoriales

Por eso, desde el Frente Cívico y Social proponemos dos memoriales:
Uno en Moca, donde se enseñe a cada generación lo que ocurre cuando se odia al dominicano por su identidad, y se nos intenta borrar como pueblo.
Otro donde estuvo el Jet Set, para que cada piedra recuerde que la corrupción también mata, y que los privilegios de unos pocos se están pagando con la sangre de muchos.

Pero más allá del mármol o el bronce, lo que pedimos es un cambio profundo en la conciencia nacional. Porque la ausencia del mausoleo de Moca no fue solo una omisión: fue un acto de renuncia colectiva. Nos acostumbramos al silencio. A sobrevivir sin exigir justicia.

¿Si el mausoleo de Moca hubiese existido? Tal vez hoy tendríamos una ciudadanía más vigilante, una clase política menos impune, una nación más firme frente a la entrega de su soberanía.

Es hora de construir memoria donde hubo silencio, y dignidad donde hubo vergüenza.

¡Despierta, RD!

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